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2014 Aniversario IV: 1er Concurso de Relatos - Fase de Votaciones.


Megatron

1er Concurso de Relatos - Fase de Votaciones  

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Fase de Votaciones

02/12 ~06/12

 

Debido a la elevada participación que ha superado con creces nuestras previsiones más optimistas, creemos obligado modificar la Fase de votaciones, la cuál, transcurrirá de acuerdo a lo siguiente:

 

  • Desde el momento de la publicación de relatos, y con el tema en modo solo lectura, se iniciará un periodo de reclamaciones por parte de los autores que finalizará el 02/12 a las 11:59. Hemos hecho copia y pega de cada relato en el formato que nos lo habéis enviado, así que es probable que al pasarlo al formato del foro se haya desconfigurado la maquetación o se haya producido algún error. En caso de que se deba cambiar, debéis enviar un mp a algún administrador para realizar cambios según vuestras indicaciones.
  • El periodo de votación dará comienzo a las 12:00 del 02/12.
  • Sólo un voto por persona y para que sea válido, el voto debe justificarse. Se habilitará un modo encuesta para ayudar al recuento de votos, pero el voto no contará si no está justificado en un mensaje dentro de este tema. La encuesta será pública.
  • Voto de los Autores. Los autores no podrán votar sus propios trabajos, tendrán hasta las 23:59 del 04/12 para votar. En caso de no emitir voto, se descontará 1 punto de la votación final de su trabajo. El voto de los autores contará 0,5.
  • La votación de los miembros de la comunidad, así como integrantes del staff se prolongará hasta el 06/12 a las 23:59.
  • Voto de los miembros de la comunidad. Podrán votar aquellos miembros de la comunidad registrados antes del 21/11/14, con más de 25 mensajes escritos en el foro en el último año. Los mensajes en la sala Shen Cómics se descontarán de la cantidad total de los mensajes acumulados. El voto de los miembros de la comunidad contará x 0,25.
  • El Voto de los miembros del Staff. Los votos de los miembros del staff contarán x 0,5.
  • Se prohíbe la petición de votos para los trabajos en cualquier medio, así como el hacer pública la autoría de los trabajos durante el periodo de votaciones. Hacerlo supondrá la descalificación automática del trabajo/concursante.
  • El sorteo entre los votantes se realizará a lo largo del 07/12 y en él entrarán todas las personas que hayan emitido su voto, a excepción de los dos ganadores y los integrantes del staff.

Premos Concursantes:

  • 1º Dohko de Libra EX + Saint Seiya Serie Pegasus Box DVD + Volúmenes 15 & 16 Saint Seiya ed. Kazenban.
  • 2º Shion de Aries EX (Cortesía de Shen Cómics) + Volumen 15 Saint Seiya ed. Kazenban.

Premios Votantes:

  • Saint Seiya Movie Box DVD + Volumen 15 Saint Seiya ed. Kazenban.

Horario de España.

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RELATO 1

La noche del comienzo

 

Fue en esa noche en que el anciano había comprendido que la llegada del día prometido estaba cerca. Las estrellas no engañaban sus arrugados ojos que habían sobrevivido al infierno aquella vez. En aquella última guerra santa. Hace 230 años. Agonizante, buscaba las respuestas mientras su marchito cuerpo perdía poco a poco sus fuerzas, sintiéndose húmedo por su propia sangre y con una angustia fatal como sus heridas: Este no podía ser el final, pero lo era. Este era un mundo sin orden, sin esperanza, sin salvación.

Un mundo sin Atenea

Semanas antes ya se escuchaba el rumor de que se elegiría al sucesor del Sumo Pontifice del Santuario de Atenea. Los pobladores de Atenas lo sabían, los aún candidatos a Santos lo sabían. Incluso ellos dos, los elegidos: Aioros de Sagitario y Saga de Géminis lo sabían. Lo que no entendían era la prisa para semejante acontecimiento, era como si el anciano Shion tuviera prisa por prevenir lo inevitable. Hubo cierta tensión en el Santuario, incluso muchos vaticinaban la muerte del Patriarca ante la prisa de este. No se equivocarían, claro está. El otrora santo dorado de Aries solo podía recordar las palabras de su diosa recitadas hace 230 años, casi como un credo:

-Las estrellas escriben el destino del universo.

-¿Cómo sabré que hice lo correcto entonces?

-Cuando estas lluevan frente a tus ojos.

Y una noche una estrella bajo del cielo y se posó a los pies de la estatua dorada de Atenea. Un bebé gritaba como un mortal más, tal vez en señal de que los dioses también pueden estar de nuestro lado y sentir y llorar como un gentil. Y una sonrisa se posó en el rostro de Shion. Sabía que su cansado cuerpo podría descansar, pero también le aterraba la idea de que sus esfuerzos no bastaran para culminar todos sus asuntos pendientes. Temía equivocarse con la elección de su sucesor, con juzgar mal a sus santos. Su experiencia, que debería bastarle para una sabia elección, se confundía con una extraña mezcla de felicidad y angustia. Así que abrazo a la bebé con un raro sentimiento de paternidad buscando respuestas. No emanaba ningún cosmos, aquella fuerza del universo capaz de cambiarlo todo, solo había inocencia y promesas tras esos ojos. La promesa de que Atenea llevaría a su ejército a la victoria.

Entre la alegría inicial del anciano crecía la duda. Y ante la duda busco consejo en un antiguo camarada condenado a la soledad. Su viejo amigo de armas, tan sabio y paciente con una responsabilidad igual de doliente.

-¿Lo sentiste Dohko? El día prometido llegó. Me gustaría que pudieras compartir ello, volverla a ver tan inocente y frágil. El anuncio de mi final llega bajo la forma de esta criatura indefensa.

-Las noticias más importantes no suelen tomar la forma que nos esperamos. Esta vieja cascada frente a mis ojos no me indica la importancia de mi misión. Solo debemos creer que el camino elegido es el correcto. La fe. Nuestra fuerza nace con ella, viejo amigo.

-La arrogancia está fundida en el corazón de los hombres. Temo elegir al sucesor equivocado y por eso…

-Y por eso debemos dar lo mejor de nosotros. Por eso es tan importante enseñarles a los nuevos protectores la importancia de su misión: Erradicar el mal con ese inmenso poder que tienen. Lo has hecho bien Shion. Tu angustia final es comprensible. No tienes por qué lamentar nada, llegaste hasta este día con éxito. Puedes viajar tranquilo. Solo me apena no poder darte la despedida que mereces, pero sé que luego podré darte ese abrazo en los Campos Eliseos.

-¿Eliseos? Tú irás al infierno.

-Allí irás tú por arruinar mi sermón, viejo miedoso.

-Gracias. Ha sido un honor ser tu amigo.

-Hasta que nos volvamos a ver, adiós amigo mío.

La mañana siguiente inicia con el llamado de los dos candidatos. Shion ha anunciado la llegada de Atenea y elige como su sucesor a Aioros de Sagitario, mientras que Saga de Géminis liderará al resto de santos dorados. No da explicaciones. Ambos santos agradecen al maestro y se marchan. Hay un silencio sepulcral en la cámara del Patriarca.

-¿Lo hice bien? Él ya debía sospecharlo. Sabe que no lo merece.

‘’Él’’, por su parte camina en silencio y se dirige hacia el pueblo con su mente en otros asuntos. No escucha los saludos amables del pueblo ateniense que lo reciben como un soberano. Su mente está en otro lugar, muy lejos de la tierra. Más allá de las galaxias y estrellas. Sus pasos se pierden en rumbo desconocido, bordeando la costa, en esos riscos que solo han oído el sonido del mar. Pronto esas costas oirán gritos.

-Me citaste aquí y aquí estoy.

-Tan obediente como siempre.

-Habla ya.

-Hermano mío. Tanto poder en tus manos y tanta infelicidad. Al parecer no serás Sacerdote ¿Cierto? El viejo eligió al favorito y debes estar ardiendo de ira. Lo sé por esos ojos que esconden el odio. Aquella rabia que, poco a poco, te consume como la llama al leño hasta que lo único que queda en tu corazón es ceniza. Siento lástima.

-Eres un miserable, un ladrón, asesino y vicioso. No te atrevas a sermonearme, Kanon.

-Nadie sabe que somos hermanos. No tienes que sentir vergüenza. Mi propuesta es simple: Si tienes tanto poder y rabia reprimida te sugiero que hagas algo al respecto. La bebé ya nació ¿Cierto?

-¿Eso que tiene que ver?

-Mátala. Mata al anciano, mata a Aioros y contrólalo todo. Solo tú eres digno de evitar la Guerra Santa. En el fondo sabes que debe ser así, sino no sufrirías.

-¡Te mataré a ti, maldito traidor!

Esa tarde, en Cabo Sunion, Saga de Géminis ha encerrado a su propio hermano en una cárcel submarina, ignorando sus gritos e insultos, su desesperación y sus carcajadas burlescas. Su corazón no oye súplicas. Su corazón solo tiene odio y busca respuestas en el mismo lugar en que Shion parece encontrar las suyas. En lo alto del firmamento, al lado de las estrellas. En Star Hill.

-¿Por qué no me elegiste?

-¡Saga! Los santos tienen prohibido venir aquí. Te exijo que te marches.

-¿Por qué no me elegiste?

-Porque tu determinación obsesiva por hacer perfecto todo ha sido tu perdición. El mundo no es perfecto y tú tampoco.

-¡Cállate! He matado a mi hermano por el bien de la humanidad. Tú no sabes lo que el mundo necesita, maldito anciano.

-¡Estás perdido, Saga! Desde este momento yo te excomulgo de la orden de los caballeros de Atenea por alta traición.

En ese momento Shion no pudo ver el puño que perforaba su pecho, pero si el cabello cano y los ojos rojos de odio que se burlaban de él. Otra era la persona que le daba muerte y no un santo de oro. Entendió, resignado, que no podía cambiar el destino escrito por las estrellas, ahora testigos de su muerte. Mientras veía como su verdugo se alejaba, intentaba reconfortarse con la idea de que confundió las palabras de Atenea aquella vez. Intentaba justificar tal amargo final y antes de cerrar sus ojos para siempre, cinco estrellas bajaron del cielo.

Sonriente, se encomendó a ellas.

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RELATO 2

LA HISTORIA DE LOS CABALLEROS NEGROS

 

Los titanes fueron relegados a la Isla de la Reina de la Muerte. Tras su derrota ante los Caballeros de Oro, este pueblo aceptó morar en aquellas tierras en vez de en la Isla de Andrómeda. El Caballero de Cáncer, Máscara de la Muerte, tuvo la misericordia de darles la opción de vivir en un mundo de luz, en una remota isla del Océano Pacífico.

 

El pueblo de los titanes agradeció al Santuario ese gesto de bondad. Sin embargo, pronto sus corazones se envilecieron porque aquel lugar volcánico estaba maldito desde siglos atrás. La Isla de la Reina de la Muerte fue la guarida de alquimistas que no pudieron aplacar su ánimo de construir armaduras, allí muchos aspirantes a caballero fracasados se aprovecharon de esas ganas de generar armaduras más allá del control del Patriarca. Los titanes sucumbieron a la oscuridad a los pocos años y se creo un clan de caballeros negros que obedeció los malignos designios de Saga de Géminis.

 

En la era medieval, estos alquimistas trabajaban y aprendían en Atenas junto con el santo del Altar, de la Copa, del Triángulo, del Escultor y el de Aries y Acuario de la orden de oro. El Santuario negó a los alquimistas la posibilidad de que fabricaran armaduras más allá de las reparaciones, de la dotación para el equipo de los soldados rasos o las indumentarias de entrenamiento de maestros y aprendices.

 

No existía mala intención entre estos alquimistas, ellos querían crear armaduras para aquellos aspirantes a caballeros que no pudieron conquistar una armadura oficial, consideraban que el enemigo podría ser mayor en número y que no hacía ningún mal en preparar al ejército de Athena, al margen de los designios del Patriarca. Por estas razones algunos de ellos decidieron exiliarse de tierras griegas para ampliar en número el ejército de los 88 fieles de la diosa. Fruto de esas buenas intenciones, de ese cosmos positivo, llegaron a crecer flores en algunas zonas de aquel inhóspito lugar del Pacífico.

 

Pasaron varios siglos y en Atenas se iban contando historias sobre los alquimistas que emigraron en el pasado. Se corrió la voz entre muchos fracasados aspirantes a caballero. La mayoría de estos guerreros anidaban en sus corazones mucho rencor hacia el Santuario y hacia quienes les vencieron en las pruebas finales por la conquista de una armadura. Así, muchos guerreros que se quedaron a las puertas de una armadura de bronce o de plata, fueron llegando a la Isla de la Reina de la Muerte. Los alquimistas replicaron muchas armaduras de bronce y de plata y crearon otras que no tenían constelación. Por desgracia los portadores de estas armaduras, que eran todas negras, sólo las querían para sus fines personales, no para ayudar al Santuario en cualquier guerra que se avecinara.

 

El Patriarca comenzó a recibir informaciones sobre la actividad que surgió en la Isla de la Reina de la Muerte y decidió enviar esporádicamente a caballeros de plata y de oro para que vigilaran y espiaran lo que allí sucedía. El santo de plata de Cefeo y los santos de oro de Cáncer y Piscis solían viajar hacia la isla para facilitarle información al Patriarca.

 

Había santos negros que perseguían a sus compañeros de entrenamiento del Santuario que ganaron una armadura oficial, les retaban a duelos clandestinos para probar que la suerte les fue esquiva en la batalla por la armadura por la que se entrenaron en su juventud. Otros no se dejaban llevar por la sed de venganza y se dedicaban a robar, traficar o engañar para lucrarse económicamente. Y los menos rendían culto a otros dioses, soñando con su reencarnación para conquistar la tierra y someter a Athenea.

 

Las intenciones de los primeros alquimistas se quebraron a favor del concepto de armaduras negras para guerreros con fines oscuros y egoístas. Uno de los alquimistas primigenios diseñó una máscara con materiales procedentes del volcán de la isla y cuando se la puso nunca volvió a ser el mismo e incluso se le encaneció el cabello. Este alquimista fue el germen del mal en la Isla de la Reina de la Muerte, sembrando la discordia entre sus compañeros y creando una plaga maléfica que concitó a los guerreros más crueles para reclamar armaduras negras.

 

Siglo tras siglo, se crearon clanes que generación tras generación fueron transmitiendo el arte de construir armaduras negras y también máscaras de origen demoníaco. Ávido, Guilty, Jango e Ikki fueron algunos de los líderes de los Caballeros Negros a lo largo de la historia.

 

En el Santuario siempre se ha temido que estos caballeros vuelvan a emerger con un dios reencarnado que siembre el caos y la muerte en la tierra, obligando a los santos de Athena a emprender una nueva guerra por la paz. Así consta en los libros de la sabiduría que el Caballero del Altar protege generación tras generación y a los que tiene acceso el Patriarca de cada era. Existen informes en dichos libros que instan, al Patriarca que lo considere, a enviar a un grupo de alquimistas a la Isla de Andrómeda para que construyan armaduras blancas para contrarrestar a los caballeros negros si crecen en un número muy amplio.

 

Por otro lado, todos los patriarcas que gobiernen en el Santuario tienen la misión de informar al Caballero de Aries de la LEYENDA DEL TEMPLO CERO, una leyenda de la que no ha trascendido prácticamente nada. Solo se sabe que cuando aparezca la sombra de un templo fantasma frente a la casa del Carnero Blanco, el santo de Aries debe informar inmediatamente al Patriarca...

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RELATO 3

Solo era un niño pequeño cuando el mundo ardió.

 

El Santuario fue destruido hace muchos años y nadie sabe si Athena  está viva o muerta. Hace un par de años que no escucho nada del patriarca.

Viajo con otros dos santos de oro y dos de plata. El más poderoso de nosotros, John de Capricornio fue el que me recluto en esta misión. A Carmen de Libra la encontramos en Italia junto con Kenichi de Lagarto y Sarah de Orión.  Eran los últimos defendiendo el yermo que ahora es la mayor parte de Italia.

Se dice que los Santos de Athena son los santos de la esperanza, pero aquí la esperanza nos abandonó hace mucho tiempo. No se siquiera porque fui elegido ser un santo de oro, mi entrenamiento duro menos de dos meses y me cuesta aún mucho trabajo dominar mi cosmo.

Viajamos hacia Marruecos, donde se dice, reside nuestro enemigo. Son duros, son eficaces y poderosos. Sus soldados no suponen problema pero sus 7 generales, llamados segadores son extremadamente mortales. Fueron ellos quienes destruyeron el santuario enviando al infierno a seis santos de oro en el proceso.  Nadie ha vencido a un Segador nunca. Es una misión suicida, pero yo ya estoy muerto desde que ella se fue.

Hoy acampamos temprano. El fuego en el horizonte nos dice que estamos cerca. La gran nube de polvo que cubre el cielo perpetuamente hace muy difícil viajar por la noche. Trato de dormir pero mi cosmo me dice que algo no está bien. Sarah se acerca, sabe lo que siento. Hemos sido muy amigos desde que se unió a nosotros. Es fuerte, valiente y orgullosa. Antes de dormir me regala una última mirada triste con sus ojos azules.

Nos acercamos a un páramo, escondidos detrás de unos árboles muertos los divisamos. Un pequeño ejército, tal vez 30 o 40 y lo que rápidamente intuyo debe de ser un segador al frente. Porta su cloth color violeta orgullosamente. Algo brillante cuelga de su cinturón, pero no distingo que puede ser.

No hay manera de que no nos vean.

John decide atacar. Tomamos posiciones, Sarah junto a mí, la miro y ella me sonríe mientras me entrega una de las espadas de libra. Ella se encargara de protegerme con uno de los escudos. Escucho un estruendo, John ha atacado al general, pero ha esquivado su ataque velozmente, Carmen ya ha terminado con la vida de 5 soldados, y yo estoy a punto de hacer lo propio con otros cuatro, la espada de libra los destruye sin piedad.

kenichi acaba con otros tres, el general y John pelean encarnizadamente. Acabo con otros 4 soldados. Puedo acercarme al segador, Sarah termina con otro par de soldados.

Puedo ver que lo que cuelga del cinturón del Segador son cascos de los santos de athena que ha asesinado, 4 cascos de plata y 2 de oro…

John es lanzado por un poderoso estruendo y una luz color azul. Carmen se dispone a atacar pero es rodeada rápidamente por varios soldados.

Depende de mí. Ataco con furia, pero el segador es rápido y poderoso, lo subestimamos. Una luz azul y salgo disparado con un dolor insoportable. La muerte me llama pero aun así me levanto. Me quito la diadema, solo me estorba. Cargo de nuevo, pero el segador ya no está. Escucho un grito de terror. El relámpago azul ha segado la vida de Sarah, sus ojos tristes me miran por última vez…

Ya no está.

Lloro y cargo con furia asesina, no me interesa su poder. El segador sonríe y se prepara para lanzar su mortal ataque de nuevo. Debo pensar rápido, el cuerpo de Sarah aun sostiene el escudo de libra, debo llegar a él, pero el segador es más rápido que yo. Un destello azul, la espada y mi brazo están hechos pedazos. El segador se acerca para terminar conmigo. Estoy aturdido, mi vista nublada. Entre la niebla vislumbro un rayo dorado golpeando con furia divina al segador. Carmen… eres un ángel salvador. Mi vida se escapa. Volveré a ver a María.

NO.

 Aun no puedo irme. Carmen hace lo que puede, una lluvia de destellos y relámpagos por todos lados.  Debo pelear. Veo a Carmen, no hay señales de Keinichi ni de los soldados que acompañaban al segador, todos muertos de seguro.

Quiero levantarme pero la pérdida de sangre ha sido grave. Mi compañera se bate por su vida desesperadamente, el segador parece divertirse. Logro levantarme, pero el cuerpo me pesa demasiado. Debo recuperar el escudo de libra, es mi única oportunidad. Un gran estruendo se oye y un grito de dolor lo acompaña.

Debo correr.

Lo siento tanto Sarah. En verdad lo siento. El escudo se siente ligero, cargo con más furia y dolor que con fuerza. El segador esta delante de mi, a sus pies puedo ver a Carmen de rodillas, lista para su inevitable destino.

 No puedo dejar que muera.  El segador no ha notado mi presencia hasta que ya es demasiado tarde, un golpe con toda mi fuerza, directo en su cabeza. ¿lo he logrado?, el destello azul que apenas logró esquivar me dice que no es tan fácil.

Siento una fuerza quemando mi interior, logro esquivar otra centella mortal, pero la explosión me lanza por los aires. Dolor. He caído cerca de unos matorrales.

 El despojo del otrora orgulloso santo de capricornio yace junto a mí. Lo siento mucho John.

No hay tiempo para lamentar, hay un segador que debo asesinar. Me levanto justo a tiempo para esquivar otro relámpago. No puedo correr por siempre, debo hacer algo, pero con un solo brazo será difícil. Además sigo perdiendo grandes cantidades de sangre.

Carmen me mira aterrada. El segador es todo lo que las leyendas dicen.

Tengo una idea. Tomo todas las fuerzas que me quedan y lanzo el escudo en contra del segador. Doy en el blanco. El segador esta aturdido, es mi oportunidad. La fuerza de mis antecesores me dice que hacer, veo un destello rojo en la punta de mi dedo, esto es el final. Grito con todas mis fuerzas, todo mi odio, toda la frustración de mi humanidad y todo el amor que pude sentir, 14 destellos rojos atraviesan el cuerpo del segador limpiamente. 

Se tambalea y siente el dolor. Lanza un grito de muerte que me hiela la sangre. Se prepara para atacar, pero su cloth estalla en mil pedazos al recibir el más poderoso ataque que el santo de libra puede realizar.

Pero no es tan sencillo. Sus ojos negros nos miran llenos de odio. Nos matara. Puedo ver la luz azul acercándose a mí y él puede ver mi último rayo rojo acercándose a él.

Su cadáver me lanza una última sonrisa. Yo gano, pero ambos caemos.

Puedo ver la luz. Carmen se acerca, tiene lágrimas y sangre en el rostro. Sus heridas no son graves. Estará bien.

No puedo más.

Carmen me mira con tristeza. Sabe lo que sucederá, lo hemos visto ya muchas veces.

 Mi cloth abandona mi cuerpo y sale hacia el infinito, buscando al nuevo santo de Escorpio.

Llegamos lejos, luchamos duro y por primera vez obtuvimos la victoria. Lo hicimos bien, no es así?

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RELATO 4

El renacer del cosmos

 

La lluvia caía, sin dar tregua, sobre los pasos que aquél hombre iba dejando atrás, no con prisa pero tampoco con calma, el hombre caminaba con decisión, subiendo por la embarrada colina, sabiendo muy bien hacia dónde dirigir sus pasos.

-          ¡¡¡Maestro, maestro!!!

El hombre, en lo alto de la colina, se giró rápidamente al oír la voz.

-          ¡¡¡Sssshhhh!!! – siseó mientras llevaba su mano a los labios – Baja la voz, haces demasiado ruido.

-          Lo siento, es que andas muy rápido – se disculpó el joven de cabellos negros.

-          No pasa nada Filias, pero has de tener más cuidado, estamos en terreno peligroso.

El hombre dejó en el suelo la pesada caja cuadrada que llevaba a la espalda y se sentó sobre ella, estaba cubierta por una vieja tela, que impedía ver lo que ocultaba.

-          Filias, ven, acércate, quiero mostrarte algo.

El joven, que no pasaba de los 16 años, se acercó, quedándose parado bajo la lluvia al lado de su maestro.

-          Esto es el Santuario – dijo el hombre mientras hacía un gesto solemne con el brazo – lugar de residencia de la Diosa Atenea y de sus Santos protectores.

-          Entonces es aquí donde obtuviste tu armadura.

-          No Filias, no la obtuve aquí, y la  verdad es que ese dato ahora mismo es irrelevante. Pero es verdad que aquí es dónde pasé gran parte de mi vida al servicio de nuestra Diosa. Y aquí es dónde por fin, conseguirás tu armadura.

-          Eso espero, Maestro – respondió el joven con cara de preocupación – Pero, ¿vamos a entrar nosotros dos solos al Santuario? Eso es un suicidio.

-          ¿Pero tú que te crees que he estado haciendo durante los últimos 25 años? Tú eres el último de mis alumnos, y uno de los más importantes – el hombre volvió su rostro hacia el Santuario, se quitó la capucha dejando al  descubierto una larga melena castaña y una cicatriz que le cruzaba el lado derecho de la cara, desde la ceja hasta el mentón.

Se levantó y le hizo un gesto a Filias para que se acercara.

-          Es hora de que sepas realmente porqué estamos aquí. Hace 25 años ocurrió algo que nunca antes había ocurrido, la mayor de las desgracias, nosotros los Santos de Atenea perdimos la Guerra Santa contra Hades, aquello fue una masacre, una auténtica carnicería – las lágrimas comenzaron a resbalar por el rostro del hombre – Al final de la última batalla ocurrió lo imposible, cuando el mismísimo Hades iba a acabar con mi vida, fui testigo de cómo Atenea se interponía entre su espada y yo, y entonces desapareció, sólo un puñado de caballeros logramos sobrevivir.

-          ¿Pero…? – logró contestar el joven aprendiz.

-          No hay mucho más que contar – le cortó su maestro – eso es lo que debes saber por el momento, el resto de la historia ya lo ...

-          ¿Así que no vas a contarle cómo te salvé la vida?

Una voz desconocida apareció de entre los árboles, seguida de un hombre de mediana estatura, piel clara, ojos negros y pelo corto más negro aún, al igual que el maestro, portaba a su espalda una caja de idéntica forma. Instantes después de aquél hombre, apareció un joven algo mayor que Filias, de mayor estatura que cualquiera de ellos, delgado, pelo largo rubio y ojos de hielo, y al igual que los otros dos hombres, también portaba una de esas cajas misteriosas.

-          Filias, te presento a mi gran amigo y compañero Johan, Santo de Oro de Cáncer, y su callado acompañante es Anton, Santo de Plata de Perseo, el primero en recuperar una armadura y el que te acompañará a obtener la tuya.

-          Querido Logan, ¿cuántos años han pasado? ¿5, 10?, bueno, da igual, lo importante es que estamos reunidos.- dijo Johan con una amplia sonrisa – Y así que éste es el joven que vestirá la armadura de Pegaso.

-          Así es, por eso no debemos demorarnos más, ¿han conseguido llegar todos?

-          Si, los 10 restantes nos esperan en el pueblo, y el resto se encuentran preparados para ayudar al joven Filias.

-          Pues no esperemos más, es la hora de recuperar el lugar.- dijo Logan con tono decidido.

La lluvia había cesado y el cielo se tornaba carmesí, el sol se ponía por el horizonte, un momento precioso para comenzar la reconquista del Santuario. El grupo de caballeros había llegado a las inmediaciones del poblado mientras la oscuridad del atardecer se habría camino en el ambiente.

-          Vaya, vaya, que tenemos por aquí – una voz aguda y repelente llegó hasta ellos, dos hombres vestidos con oscuras armaduras aparecieron desde las sombras – Todavía hay Santos vivos, pensé que habían muerto todos, parece que vamos a tener un poco de diversión ¿Qué te parece zoquete? – dijo mientras propinaba un golpe en el pecho de su compañero. Éste asintió sin decir palabra.

-          Vaya Logan, mira lo que tenemos aquí, dos enormes y horrendas cucarachas, hace mucho que no mato alguna.

-          Cálmate Johan, no son rivales para nosotros y lo sabes, sería mejor que Filias se encargara de ellos – sonrió y miró a su aprendiz - ¿Qué me dices?

-          Encantado de acabar con ellos, maestro.

-          ¿Qué os hace pensar que unos simples Santos vais a poder acabar con nosotros, Espectros y sirvientes de su majestad Hades? – chilló el Espectro.

-          Esto.

Los tres caballeros dejaron sus cajas en el suelo y quitaron las telas que las cubrían, la de Anton era plateada, con laboriosos adornos grabados en ella y con la imagen de un guerrero. Las otras dos eran doradas, igualmente con bellos grabados, la de Johan tenía la imagen de un cangrejo, y la de Logan mostraba dos peces.

-          No puede ser, Cáncer, Piscis, estabais muertos, todos habíais muerto.- chilló con voz temblorosa.

-          Se acabaron las chorradas, no tenemos tiempo que perder.- dijo Anton con una profunda voz.

Con la mano tocó su caja, y ésta se abrió dejando escapar una brillante luz plateada y dejando a la vista su armadura, igualmente de color plateado, que automáticamente se ensambló sobre su portador. La cara de los espectros era de auténtico pavor, mientras que la de Filias reflejaba su absoluta fascinación ante lo que acababa de ver.

Uno de los espectros dio la vuelta y salió corriendo, mientras el otro estaba paralizado de miedo. El Santo de Plata se dio la vuelta y con una mano apartó su melena, dejando al descubierto un escudo con la imagen de Medusa, al instante el espectro se transformó en una estatua de piedra mientras su compañero seguía huyendo.

-          Dejadme ése a mí.- dijo Filias.

Se adelantó unos pasos, separó las piernas y comenzó a mover sus brazos, en una especie de preparación, un aura de color azulado envolvió su cuerpo, mientras el polvo de su alrededor se elevaba.

-          ¡¡¡Meteoros de Pegaso!!!

El joven se adelantó lanzando su puño hacia delante, lanzando miles de meteoros que rápidamente alcanzaron su objetivo, acabando con él.

-          Muy bien hecho Filias.- dijo Logan mientras posaba su mano en el hombro de su aprendiz.- Es hora de que vayas con Anton a recuperar tu armadura, Johan y yo tenemos que ir hacia las 12 casas a recuperar lo que es nuestro, las armaduras doradas, el Santuario, Atenea y acabar con ésta maldita guerra.

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RELATO 5

¿Por qué no puede ser mía,  maestro? ¿Por qué?

 

Como cada día al acabar el entrenamiento, el joven aprendiz volvía a repetir la misma pregunta. ¿Por qué no podría vestir la armadura del Fénix? Tras un año contestándole con evasivas, decidió que ya era hora de contarle lo que todos conocían.

-          Ven, siéntate aquí –le dijo-. Voy a explicarte por qué no puede ser tu constelación el inmortal Fénix.

>>La historia pasa de generación en generación, como advertencia de lo que el odio puede hacer, no solo a un noble guerrero si se deja consumir por él, sino también a la armadura que viste. Sabes que las armaduras tienen vida y consciencia, dotadas de dicha capacidad por Atenea. Innumerables guerreros han vestido cualquiera de ellas antes que tú e innumerables más la vestirán después, impregnando con su esencia el ropaje sagrado y a su vez, aprendiendo sus secretos y los de aquellos cuyo cosmos la han fortalecido  con sus técnicas y conocimientos. Eso fue lo que sucedió con el Fénix.

El joven le miraba concentrado, el rostro apoyado sobre sus manos, las piernas cruzadas en el suelo. En el horizonte, el sol comenzaba lentamente su descenso.

>>Siglos atrás, hubo un caballero del Fénix cuyo nombre se ha perdido. Dicen que no solo era noble, alegre y considerado; dicen que era el más poderoso de los caballeros de bronce y que podía competir en poder con cualquiera de los de plata. Además, su armadura era la única capaz de repararse sola tras las batallas y, en comunión con su portador, podía regresarle del mundo de los muertos si era derrotado, como el ave inmortal que le daba nombre.  Luchó en numerosas batallas, contra Poseidón y sus generales marinos, contra los espectros de Hades y, a pesar de ser herido, su fe en Atenea y su voluntad en salvar el mundo siempre le hacían volver, más fuerte y con su armadura intacta. Era un fiel guerrero que había encontrado el amor en la hija de su mentor y, cuando Atenea les bendijo con la paz que habían logrado y les permitió volver a sus vidas, marchó a formar una familia. Pero, y esto apréndelo bien, el destino de un caballero es no abandonar jamás nuestra lucha y el caballero del Fénix lo aprendió dolorosamente…

-          Harmonía, no vas a creer… -las palabras murieron en su boca tan pronto sintió el silencio que le rodeaba. Se detuvo apenas a unos pasos de la puerta de su casa durante unos largos segundos-. ¡Harmonía! –Gritó recorriendo en un suspiro los metros que le separaban del camino y entrando en la casa, que tenía la puerta abierta.

La mesa, estaba volcada, como todo lo demás. En la esquina, como un guiñapo tirado sin respeto, el cuerpo de Harmonía, aún hermosa en la palidez de la muerte. Los ojos verdes desencajados, mirando al vacío con terror. El cabello rubio pegado a la sien, enrojecido por la sangre. Había sido desnudada y tenía una herida en el vientre. Las moscas revoloteaban alrededor.  El caballero cayó de rodillas ante su amada, los ojos anegados en lágrimas. Un azulado brazo, del tamaño de un dedo suyo, asomaba entre la sangre del vientre. Sintió náuseas y gritó. Gritó hasta que su garganta se secó, hasta que sus oídos le dolieron y su vista se volvió borrosa. Sintió cómo su corazón se rompía por el dolor y luego, nada.

-          Ahora ya puedes ser uno de nosotros.

Una voz le sacó del trance en el que se encontraba. Una voz conocida, que le hablaba desde la puerta de la casa a la que ya no podía llamar hogar.

-          Deimos… maestro…

El anciano entró en la cabaña. Vestía una pesada armadura de agresivos acabados y color rojo sangre. El caballero Oytis seguía de rodillas, abrazado al cuerpo sin vida de su mujer.

-          Éste es el destino al que aspiras. Lo he visto con los años, lo he sentido y al fin he visto la luz. La lucha no acabará hasta que todos se arrastren sin oposición ante Ares.

-          ¿Por… por qué…? Maestro, ¿por qué?

Las lágrimas habían cesado. La incredulidad se reflejaba en la voz del hombre que acababa de perderlo todo mientras su antiguo maestro hablaba.

-          Eres joven, pero lo has visto como yo. Has visto como solo la fuerza puede mantener el mundo estable. Yo aún tenía fuerza cuando esa estúpida chiquilla me relevó de mi rango. “Te mereces la paz y el descanso por tus esfuerzos”, me dijo con una sonrisa y después me despojó de mis armas. ¡A mí! ¡Qué todo lo había dado por ella! Pero Ares me lo mostró –continuó hablando, un fervor creciente en sus palabras-, que mi fuerza seguía ahí y volvería más poderosa que nunca si le juraba lealtad. Leyó dentro de mí y entendió que mi fin era su mismo fin y que esta era la única forma de lograrlo. Me libré de lo que me ataba y eso hice contigo. Ayudarte para que me sigas –dijo sintiendo pena de Oytis, por ser un pobre ciego que nunca hubiera visto la realidad hasta ahora que él se lo mostraba.

-          Deimos… era tu hija… Harmonía ¡era tu hija! ¡Y tu nieto!

El caballero depositó con ternura el cuerpo en el suelo y lo cubrió con su capa. Apretando los puños, se volvió a quien fuera su maestro. Los ojos brillaban con una fuerza poderosa y un sentimiento nuevo daba vida a su corazón. Ira, rabia, venganza.

-          Lastre en el camino –dijo lacónico-. Supuse que lo entenderías, pero si no…

A una señal suya, tres esbirros entraron en la casa por las ventanas, rodeando al Fénix, prestos para atacar. Oytis ni se molestó en mirarles, pues no le quitaba la vista de encima a quien fuera su maestro. Su cosmos empezó a arder, llamas anaranjadas que despertaron a su armadura, que salió de su caja para vestir su cuerpo. Su mente estaba nublada por completo por el odio, la venganza y el dolor. Ya no pelearía por Atenea, ni por proteger a los suyos, ni por su futuro. Solo veía muerte y eso era lo que deseaba. Inconscientemente, elevó su cosmos hasta límites que ningún caballero elevaría por el riesgo que conlleva.

-          ¡Te llevaré al Hades y me aseguraré de que ardas eternamente!

Los esbirros se lanzaron sobre él y se desintegraron como copos de nieve al acercarse a su ardiente cosmos. El propio Oytis estaba desintegrándose, consumiéndose por su propio dolor. Pero no le importaba. No lo sentía. Cuando Deimos se percató de lo que pretendía ya era tarde, la explosión desintegró sus cuerpos y la que fuera su casa, dejando un cráter negro en cuyo centro reposaba la eterna armadura del Fénix.

Cuando la historia acabó, los últimos destellos del sol coleaban, como las plumas incendiadas de la cola de un fénix. El aprendiz entendió que el odio había impregnado la armadura del Fénix y que solo aquel consumido por el dolor podría tener un cosmos tan agresivo como para que la armadura le reconociese como portador, comprendió que él jamás se sentiría así y compadeció a quien, algún día, fuese capaz de ello…

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RELATO 6

La nueva orden

 

Septiembre 2004, 5 Picos (China).
 
- Shoryu!!! Shoryuuu!! ven aquí diablo!!, cuando mi viejo maestro me nombraba,  acudía rápidamente a su llamada, como si los 100 dragones de Rozan se me llevaran.
 
-  Caray!... ¡solo sabes hablar de tu viejo maestro!
 
-  Eso es porque intento trasmitirte toda su sabiduría y valía, confío en haber sido para ti la mitad de buen mentor que él fue para mí.
  Mi pequeño Shoryu, arduos combates te esperan… haz honor a tu armadura y protege tu vida con la misma firmeza con la que quieres proteger la tierra.
 
 
Septiembre 2004 (Antigua Grecia).
 
En el coliseo, dos aprendices de guerrero se enfrentan, solo uno abandonará este encuentro convertido en caballero.
 
En mitad de la lucha, el Gran Patriarca hace aparición, portando una máscara que oculta su identidad. Sus largos cabellos ondean en el cálido viento de esa decisiva tarde. Su cosmos, lleno de candor y benevolencia impregna el ambiente.
 
El será el encargado de otorgar una armadura al vencedor, que asegurará la protección del que renacerá convertido en nuevo defensor de Athena.
 
Un joven llamado Risk,  se alza con la victoria; sus centelleantes ojos muestran el brillo que su constelación protectora le confiere,  su mirada llena de firmeza es la que adquiere quien dará su vida por la causa justa.
 
 
Septiembre 2004, Siberia occidental:
 
-Cuando dos caballeros de los hielos se enfrentan, la victoria recae sobre quien consigue proyectar un soplo de menor temperatura... y recuerda, no vencerá el rival con mayor fuerza física, si no aquel cuya voluntad, determinación y fe en su causa sean más firmes.
 
Espero que tengas presentes estas enseñanzas Yan y no cometas los mismos errores que yo;  jamás emplees tu poder en satisfacer deseos personales, solo combate por la justicia, ella será tu motivación y tu única guía, ella te conducirá a la victoria.
 
-Si maestro Hyoga, jamás olvidaré todas sus enseñanzas.  Honraré mi armadura luchando siempre por la paz. Espero que algún día volvamos a encontrarnos.
 
 
Octubre 2004 ,  Japón:
 
Veinte nuevos caballeros, entre los cuales se encuentran Risk, Shoryu y Yan, llegan a los jardines de la mansión Kido, para ser presentados oficialmente ante Saori.
Mientras esperan su llegada, sienten un cosmos amenazante. Súbitamente, una red de sólido entramado cae sobre ellos; tratan de liberarse, pero notan como el aire se vuelve totalmente irrespirable, cayendo inconscientes minutos después.
 
Al despertar, vislumbran un utópico paraíso, escuchan una melodiosa voz de mujer que armoniza con el idílico entorno.  Se sienten inmediatamente embelesados, son atraídos como por cantos de sirena.
 
Ante ellos, se manifiesta una espléndida joven, cuyo rostro parece esculpido por los ángeles y sus ojos irradian dulzura, serenidad…
Tras su bella apariencia, se ocultan terribles intenciones; ella ejerce crueles sortilegios sobre los caballeros, que no tardan mucho en sucumbir ante su maléfico hechizo.
 
Todos han adquirido una nueva y demoledora misión… ACABAR CON ATHENA.
 
 
Los santos dorados son reclamados por el Santuario; a su llegada, se les informa de que una horda de caballeros renegados planea atentar contra  Saori, que se encuentra recluida en la cámara del patriarca, con la única protección que este le confiere.
 
Se escucha una multitud de pasos penetrando en el Santuario, Kiki de Aries, guardián de la primera casa, aguarda su llegada.
 
Sin mediar palabra, los veinte renegados comienzan a lanzar ataques contra Kiki, que utiliza su técnica ''muro de cristal'', pero este acaba cediendo a causa de las terribles ondas magnéticas que forman los ataques conjuntos de los jóvenes guerreros.
 
 Solo la mitad consiguen traspasar la casa de Aries, liderados por Risk, Shoryu y Yan.
 
 
Atravesando los templos, llegan al de libra, sorprendidos de que todos ellos se encontraran sin custodia. Allí se encuentran con  Shiryu, que entra en estado de shok al comprobar, que es su propio hijo quien encabeza la encrucijada.
 
El grupo prosigue su marcha, dejando que sea Shoryu quien se enfrente con Shiryu en singular combate.
 
Los profundos sentimientos del caballero dorado hacia su oponente, le llevan a encajar los golpes sin iniciar ningún contra ataque, pero asegura que jamás le permitirá cruzar su templo.
 
Ante la resistencia de Shiryu y sabiendo que jamás podrá igualarle en fuerza, Shoryu decide utilizar una técnica infalible pero suicida: ''el último dragón'', agarra a Shiryu por la espalda dispuesto a iniciar un viaje sin retorno.
 
 
Los demás renegados comandados por Risk y Yan, llegan al templo de Sagitario, cuando están a punto de atravesarlo, advierten una poderosa presencia.
Seiya inicia demoledores ataques contra los intrusos, percibiendo que dos de ellos poseen un cosmos inusualmente desarrollado.
 
Risk contra ataca con golpes tremendamente devastadores; su voluntad es terrible, su alma corrompida es imposible de doblegar. Mientras lucha contra Seiya, ruega a sus compañeros que continúen la marcha y acaben con Saori.
 
 
El resto irrumpen en el templo de acuario; su guardián sale de entre las sombras y les atraviesa con su gélida mirada, cortante como el cristal.
 
- Una vez aprendí que no importa la fuerza, si no la voluntad... por esa razón Hyoga,  ¡hoy morirás!  (exclama Yan). E indica a sus camaradas que prosigan su marcha.
 
El duelo entre caballeros de los hielos comienza, pero tristemente, Yan tenía razón; su voluntad es mayor que la de su mentor. Hyoga contiene todos sus ataques, mientras que Yan no conoce la piedad, solo el odio guía sus pasos... y recurriendo a bajas tretas que desafían las leyes de la caballería, logra atravesar el templo, dejando atrás a un Hyoga inconsciente.
 
 
Cuando Yan llega a la cámara sagrada, observa desde las sombras como sus camaradas golpean al Patriarca. Considera que el único protector de Atenea está neutralizado y decide no manifestarse, solo desea encontrar a la diosa y darle muerte.
 
Sigilosamente, logra infiltrarse en los aposentos de Saori y aprovechando el desconcierto de esta, la confina en un ataúd de hielo, terrible técnica que su maestro le enseñó.
 
Mientras tanto, en la cámara patriarcal, irrumpe un moribundo Risk, que consiguió escapar con vida del enfrentamiento contra Seiya, solo gracias a haberle inyectado a su rival un mortífero veneno, que la malvada joven a la que rinde obediencia le había facilitado.
 
Risk se une al ataque de sus compañeros contra el pontífice, advirtiendo que su cosmos le resulta extrañamente familiar.
Tras los recurrentes golpes, la máscara del patriarca cede, dejando al descubierto un rostro de gran belleza y pureza.
 
Súbitamente, la armadura del signo de Virgo aparece y reviste al patriarca, que haciendo un leve gesto derriba a sus oponentes… pero Risk logra esquivar su ataque, mientras que Yan aparece por detrás golpeándole a traición.
 
Ikki de leo irrumpe inesperadamente, lanzando contra los intrusos un demoledor ataque que les aniquila por completo.
 
Un Seiya moribundo hace aparición, apoyado sobre un malherido Hyoga.  Los cuatro caballeros dorados van en busca de Saori y horrorizados descubren su situación.
 
Sin las armas de libra que portaba el caballero Shiryu, desconocen como destruir el féretro y optan por unir fuerzas, elevando su cosmos hasta el punto de ruptura, para generar luz solar gracias a sus armaduras doradas y así poder derretir el ataúd de hielo.
 
Finalmente, logran salvar la vida de Saori, pero sus cuerpos no han soportado semejante esfuerzo y todos yacen en el suelo, aparentemente muertos. 
 
CONTINUARÁ….

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RELATO 7

Serpientes

 

Creo poder distinguir la silueta del bosquejo en el horizonte gris y tormentoso que veo desde la ventana. Una siniestra pintura de libertad, enmarcada en piedra. El mundo exterior, el afuera de este encierro que nos condena.
Aun recuerdo los días en Orán, las reprimendas de Aicha... Tanto trabajo, tanto sufrimiento para ser caballero, y ahora... sin poder luchar por la diosa a la que jure proteger, a la que amo...  resignado, sin luchar...
Calor, bondad, cosmos... ¿Quién desprende semejante cosmos? parece el de la señorita Saori... pero ella está luchando lejos de aquí con Seiya y los demás para salvarnos de la inundación de Poseidón... Pero si no es ella... Geki y los demás no son capaces de levantar semejante cosmos...
 
                - ¿¡Geki, Nachi, Ban, Ichi? ¿¡ Qué os ha pasado!?
 
parece que duermen aunque su ritmo cardíaco es lento... Esa calidez... ese enorme cosmos... ¿Qué está pasando?  no es normal que estén durmiendo en un momento como este...
 
                - Ahora mismo iba por ti, Jabu del unicornio.
 
¿Quién es este hombre? Su cosmos es amable y cálido, parece el de la mismísima Atenea... sin embargo... tuvo que hacerles algo a mis compañeros... porque sonríe... no comprendo.
 
                - ¿Quién eres tú? ¿ Que les has hecho a mis amigos?
                - Tranquilízate unicornio, vine para curar la enfermedad de vuestros destinos, ahora esclarecidos con la encarnación de Poseidón.
                - ¿ Qué estás diciendo? ¿Qué les has hecho? ¿¡Quién eres!?
                - Tranquilo unicornio, solo están... viviendo un profundo sueño. Me presento, soy Asclepio, Dios de la cura y la medicina y viejo amigo de la Diosa que protegéis. Vine para saldar mi deuda con Atenea... salvaros de la muerte que trae Poseidón consigo.
                - ¡Nosotros no caeremos!  Seiya no fallara, derrotara a Poseidón, salvara al mundo,   salvara a Atenea. Libera a mis compañeros, dejar en coma a alguien no es curar.
                - Tu confianza en tus amigos es admirable unicornio, pero el destino está escrito ya, solo puedo salvaros así. descansa unicornio ¡Cura te Ipsum!
                - Crees que me quedare quieto.  !Unicorn Gallop!
 
¿De dónde salen todas esas serpientes? no me frenaran, tengo que golpearle, liberar a mis amigos, mordisco, parálisis, mordisco, ciego, mordisco, Sombras...
 
                - ¡Jabu! no te pares, avanza.
                - Aicha, no puedo. Nadie sobrevive a la picadura de la Taipan y menos un niño. hay   muchas ¡Aicha, sácame! ¡ No te vayas!
                - Lo siento Jabu, si no pasas la prueba no serás nunca el caballero del unicornio. Te    estaré esperando en el campamento.
                - ¡Aicha! ¡Aaaichaa! Ai...cha
                - Vamos dormilón ¡arriba!
                - ¿Maestra? ¿Estoy vivo?
                - Jajajaja, así es Jabu, has demostrado ser digno de la armadura del unicornio.
                - pero... todas esas serpientes me picaron, caí envenenado... no recuerdo nada.
                - Jabu, desde la era mitológica el unicornio es un ser puro, resistente a la magia y el veneno, capaz de curar cualquier herida con solo rozar su pelaje, por eso todos aquel dignos de su armadura debe resistir a la corrupción, mental y corporal. Por eso sobreviviste, eres digno de la más pura entre las armaduras. Ahora levanta tienes      mucho por hacer aún.
 
Levántate, levántate... ese cosmos... ¿Saori? Caí ante ese hombre... no, un dios... Luz, tacto, vista... ¡Asclepio! entumecimiento, como en Orán, he de luchar, como Seiya, por mis compañeros, por mi maestra... por Atenea. Confió en Seiya, no perderá, aunque Asclepio sea un dios no sabe nada de él, Seiya acabara con Poseidón... debo hacer lo mismo , liberare a mis amigos, confían en mí... Somos caballeros, confiamos los unos en los otros, en  nuestra fuerza... Me levanto... Lucho.
 
                - No te va ser tan fácil terminar conmigo, estúpido dios. ¡Unicorn Gallop!
 
Soy veloz, un unicornio, no puede pararme. ¡Pero! ¿Qué está cogiendo? ¿Un báculo? me detiene, me rechaza, dolor, pierna rota, Les fallo...- Seiya no se rendiría...- Eso es la voz de Nachi  pero está en coma... siento su cosmos, es él, no se rinde, no puedo fracasar, dolor, en pie, una única opción...
 
                - Aun estoy en pie dios, No me rendiré todos confían en mí.
                - Juajuajuajua eres digno portador de la armadura del unicornio, si no, no podrías haber resistido el veneno de Gorgona con el que están formadas mis serpientes. Pero eso no te bastara para derrotarme a mí ¡Un Dios! Es por vuestro bien unicornio, descansa. No querrías ver la agonía de la muerte en tus compañeros cuando Poseidón inunde la tierra.
                - ¡Eso no pasará! Seiya y sus compañeros le vencerán confió en ellos, al igual que ellos confiarían en mí por eso no me rendiré. Prueba la mayor técnica del unicornio. ¡Unicorn Head!
                - Duerme unicornio ¡Cura te Ipsum!
 
Otra vez no, esas serpientes, cae la primera, segunda, tercera, mordisco, cae otra, duodécima, mordisco, flaqueo, mordisco, decimoquinta, parálisis, ceguera, caigo, fallo... Saori... No puedo rendirme, no caeré dos veces ante la misma técnica, tuve que entrenar duro para ser un caballero, no puedo rendirme así.
 
                - Sin duda eres un gran oponente Jabu del unicornio, me hubiera gustado conocerte en otro momento y por eso no quiero verte sufrir viendo como Atenea y tus compañeros caen. ¡Cura Erepton!
 
¿Qué está pasando? su báculo, mordisco, ¿mas serpientes? silencio... 
 
Jabu... Jabu... ¿Sigo vivo? ¿el cosmos de Ichi...? -No te rindas... lucha por mí.- Ichi... no puedo hacer nada he caído -Tu me venciste Jabu, si te rindes, en qué lugar quedo yo. - Ban, es un Dios no tengo opción  -Seiya y los demás no se rindieron en el santuario, no lo hagas tu. -  Geki...      -Eres nuestra última esperanza. - Nachi... no puedo rendirme... como caballero debemos proteger a Atenea aun a cambio de nuestra vida, no os defraudare, luchare por todos.  -No lucharas solo, lo haremos contigo, usa nuestros cosmos... Confiamos en ti...- Gracias Ban... está vez no fallare le derrotare y hare que os saque de vuestro sueño.
 
                -¿Vuelves a ponerte en pie unicornio? admirable, nadie había resistido el veneno de la  sangre de Gorgona capaz de dar y quitar la vida.
                - ¡Asclepio, devuelve a la vida a mis amigos!
                - Un caballero jamás vencerá a un Dios, detén este combate absurdo y déjate salvar.
                - No peleas con un caballero Asclepio, mis amigos me han entregado su último cosmos, Confían en mí, al igual que yo en Seiya... ahora ¡Libéralos! ¡Arde Cosmos! ¡Unicorn Head!
 
Su báculo de nuevo... no puedo permitir que me detenga, no me falles cosmos... Su báculo se quiebra y yo con él... falle... no pude salvarlos... Seiya... protege a Athenea, no falles tu también
 
                - Juajuajuajua, eres tozudo caballero, creo... que... no dormiréis todavía... espero que Seiya tenga tu determinación pues un dios más confía en él. Busca a Quirión en Volos, te enseñara lo que te queda por aprender... Nos volveremos a ver unicornio.
Vamos dormilón ¡Arriba!
 
                - ¿Aicha?
                - ¿Qué Aicha? Soy Ichi, idiota
                - ¿Estáis todos bien?
                - ¿Cómo vamos a estar? Preocupados por Atenea, Seiya y los demás.
                - ¿Y Asclepio? no lo habéis visto Ichi.
                -¿Quién diablos es ese? estas muy raro Jabu.
 
¿Lo soñé? No,  no puede haber sido eso... -Busca a Quirión... nos volveremos a ver Jabu del unicornio.- Asclepio... finalmente eres bondadoso, espero el día en que nos encontremos...

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RELATO 8 

EL SALÓN DEL PATRIARCA

 

Amanecía en el Santuario, la luz del sol aparecía tímidamente entre las nubes, asomándose entre las montañas del este y descubriendo una mañana gris y fría a los habitantes más madrugadores del lugar. El cielo amenazaba con lluvia aunque todo lo que llegaban a escuchar los habitantes del lugar era un ligero silbido proveniente del viento de levante, tan presente en el lugar desde días atrás que podría parecer que el mismísimo Eolo se hubiese propuesto erosionar el templo dedicado a la diosa de la Guerra.

Por un ancho pasillo una figura camina en solitario, su pasos son tranquilos y seguros, propios de alguien cuyo paso por allí forma parte de su rutina diaria. A cada paso, la armadura dorada que porta bajo su capa retintinea. Ese pasillo conduce al salón del trono y nuestro personaje no es otro que su principal ocupante, el Patriarca del Santuario.

El salón constituye el espacio principal del edifico, sala amplia y rectangular, con amplios ventanales con vidrieras, por donde la luz del sol entra dotando de una iluminación natural, tras el amplio portón de entrada una aterciopelada alfombra carmesí conduce a los visitantes hasta los mismísimos pies del trono. A ambos lados se encuentran columnas de mármol blanco donde se encuentran grabados los signos zodiacales, habiendo tantas columnas como signos. El techo lo forma una gran bóveda donde se hayan representadas todas las constelaciones. El salón hace las veces de recepción, pues es allí donde el Patriarca concede sus audiencias. Por último se encuentra, elevado por unos pocos escalones, un ostentoso trono dorado donde el Patriarca se presenta ante sus visitas. Pero el elemento más importante es, sin lugar a dudas, una pequeña puerta semioculta tras el propio trono que da a una de las habitaciones más importantes del recinto, donde cuenta la leyenda que la propia diosa se reencarna en la proximidad de cada Guerra Santa y permanece recluida hasta poder asumir su identidad como diosa al mando de su ejército. Únicamente una persona, de entre todos los habitantes del Santuario, tiene permitido el acceso a aquella sala, obligación con la que cumple a diario desde que tomó el título a la cabeza de Santuario hace ya cuatro años. Dicha persona no es otra que el Patriarca de los caballeros de Atenea, Iván de Aries. 

El Patriarca entró al salón sumido en sus pensamientos, cuando se percató de que el ambiente de la sala estaba inusualmente cargado y un ligero aroma putrefacto era claramente perceptible. Afinando sus sentidos descubrió varias sombras aguardándole tras las columnas.

-          “¿Quién anda ahí y como os atrevéis a penetrar en este salón sin mi conocimiento?” – exclamó Iván de Aries claramente contrariado.

Al verse descubiertas, reaccionan moviéndose a gran velocidad, intentando rodear al caballero sin buscar, aún, un ataque directo. Pero el Patriarca del Santuario es un caballero experimentado y reacciona por puro instinto a la velocidad de la luz, desplazándose hacia el final del salón, escudando su espalda por el final de la sala, donde se encuentra el trono y, tras él, la puerta que guarda aquel incalculable tesoro, con una clara intención de no solo evitar ser rodeado sino de también cumplir con su obligación y proteger aquella entrada.

Las sombras se volvieron entonces visibles a sus ojos, túnicas negras envolvían sus cuerpos, camuflándolos en la oscuridad y sus rostros estaban cubiertos por máscaras en las que tan solo algunos extraños símbolos rojos eran perceptibles. Lo abultado de sus túnicas sugería algún tipo de armadura bajo ellas. De repente uno de ellos, cuyas marcas en la máscara eran ligeramente más elaboradas que las de sus compañeros, denotando quizás cierta jerarquía entre ellos, se adelantó al resto y se dirigió con una profunda voz rasgada al atento Patriarca.   

-          “Iván de Aries, imagino” – dijo aquella voz proveniente del enmascarado – “veo que los rumores son ciertos, el líder del Santuario que jamás descansa y siempre está alerta a todo lo que sucede en él. Si bien esta vez mejor os habría valido permanecer lejos de aquí, quizás así hubierais vivido al menos un día más, puesto que hoy no sois vos nuestro objetivo, sino el divino tesoro que aguarda tras vuestro tono”. 

El Patriarca se sobresaltó – “¿es posible que aquellos desconocidos conozcan lo que se protege tras aquella puerta?” – pensó, cuando ni sus más fieles compañeros tenían acceso a aquel secreto.

-          “Lo que se ahí se guarda no es de vuestra incumbencia” - exclamó altivamente el caballero de Atenea – “Aún no está lista para darse a conocer al mundo, ni se aproxima aún el momento pertinente”.

 

-          “Por las buenas o por las malas se vendrá con nosotros, por muy poderoso que seas solamente eres un caballero ¡tú solo no podrás detenernos a todos!” – y tras decir esto, el supuesto líder hizo una seña a sus camaradas, los cuales se lanzaron en dirección a la custodiada puerta, con la idea de que su rival no podría encargarse de todos y algunos lograrían alcanzar su objetivo.

 

-          “Deberíais haber estudiado a vuestro enemigo antes de cometer la desfachatez de presentaros aquí e intentar poner vuestras sucias manos en algo tan preciado” – les gritó el caballero de Aries mientras extendía sus manos y proyectaba una pared invisible que detenía a todos sus contrincantes – ¡¡¡CRYSTAL WALL!!!

Aquellos individuos se vieron sorprendidos, intentando en vano penetrar aquella barrera.

-          “No podrás detenernos por mucho tiempo y bien sabes que mientras mantengas esa barrera no podrás atacarnos” – le objetó el líder.

En ese momento una firme voz sonó tras ellos.

-          “Él quizás no, pero por desgracia para vosotros ya no se encuentra solo.”

 

-          “Ahora que estamos aquí es hora de daros una lección” – exclamó una segunda voz.

 

-          “Iván, lamentamos haber tardado tanto” – hizo su aparición un tercer individuo.

Los recién llegados también portaban armaduras doradas y no eran otros que Lajillo de Libra, Kanon de Géminis y Megatrón de Virgo. Los tres formaban, junto al propio Iván de Aries, las cuatro patas que sostenían el Santuario, si bien había otros muchos caballeros que jugaban un papel relevante, ellos eran los encargados de tomar las decisiones importantes.

Los tres caballeros de oro lanzaron sus ataques hacía los invasores, que ahora se encontraban entre el martillo y el yunque, que constituía la propia barrera impenetrable.

- ¡¡¡TESORO DEL CIELO!!!

- ¡¡¡EXPLOSIÓN DE GALAXIAS!!!

- ¡¡¡CIEN DRAGONES DEL ROZAN!!!

Los ataques alcanzaron a sus objetivos dejando un reguero de cadáveres en el salón, permaneciendo en pie tan solo el líder de los enmascarados. En ese momento Iván de Aries hizo desaparecer la barrera de cristal y acercándose a él, sin mediar palabra, concentró una gran cantidad de cosmos en su mano derecha - ¡¡¡EXTINCIÓN DE LUZ ESTELAR!!! - desintegrándolo por completo. 

Una vez derrotados todos los enemigos, el Patriarca les agradeció a sus fieles amigos su presencia y éstos se marcharon dejándolo nuevamente solo en el salón del trono.

Cuando se encontró finalmente a solas, Iván de Aries abrió la pequeña puerta que se encontraba detrás del trono y dijo para sí mismo “Algún día la diosa Atenea renacerá y tendré que buscar un lugar mejor donde guardaros” mientras observaba con satisfacción su inmensa colección de figuras Myth Cloth allí guardada.

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RELATO 9
LA FLECHA DE SAGITARIO
 
Amanece en el Santuario y vemos al caballero de Sagitario en muy mal estado
tras su última lucha contra la diosa Hera y sus acólitos (el odio de Hera hacia 
los hijos de Zeus con otras mujeres provoco este enfrentamiento contra Atenea).
Atenea esta de rodillas cerca de él, sujetándole la mano y habla con el caballero de 
Aries, Hiva.
 
Atenea: - No puedo soportar que Quirón quede en este estado tras utilizar su ataque para
defenderme, le he prohibido que lo utilice pero no me hace caso.
Hiva: - Mi diosa, el lucha por usted dando todo su cosmos para evitar que sea dañada en
el combate, nunca ha temido por su vida y estoy convencido que la cedería gustoso
por usted sin ninguna duda.
Atenea: - No quiero que vosotros mis caballeros sufráis por mi, soy yo quien debe 
protegeros para que podáis vivir en la Tierra en paz, cada vez que alguno de 
vosotros sufrís daño, siento un gran dolor en mi corazón. 
 
Tras esto Atenea se retira con lágrimas en los ojos hacia sus aposentos.
 
Esa misma tarde Atenea hace llamar a Hiva a la sala del trono. 
 
Atenea: - Hiva te he echo llamar para que lleves el contenido de este cofre a alguien
que es muy conocido por ti, tu maestro Antis. Hazselo llegar y dale las gracias por la 
ayuda prestada en multitud de ocasiones al santuario.
 
Tras hacer una reverencia a Atenea el caballero se teletransporta, gracias a sus
poderes telequinéticos frente a su maestro Antis, tras un saludo amistoso le hace
entrega del cofre, nada mas abrirlo y leer las instrucciones de Atenea, Antis llama 
inmediatamente a su ayudante Atla y desaparece tras la puerta de una habitación.
Comienzan a oirse una serie de golpes metálicos en esa estancia.
 
Amanece en la lejana isla del Pacífico donde esta situada la morada de Antis, 
Hiva se pone en pie al oír como la puerta se abre y aparece su maestro que le hace 
entrega de un arco dorado y una flecha. El caballero de oro no puede ocultar su sorpresa 
por el gran poder que desprende y su maestro le explica que esta flecha solo podrá ser 
usada por el caballero legítimo de Sagitario y que su gran poder reside en la punta de la 
flecha la cual esta bañada en la sangre de Atenea, la diosa ha cedido parte de su 
sangre para crear una punta de flecha que pueda unificar los cosmos de los caballeros 
en combate para defender la justicia y eliminar a los enemigos.
 
Hiva se despide y tras darle las gracias a su maestro, se teletransporta al Santuario. 
En la sala del trono le espera Atenea y tras una reverencia hace entrega del arco y la 
flecha dorados. 
 
Atenea: - Muchas gracias Hiva por tu ayuda, la salud del caballero de Sagitario ha 
mejorado y quisiera hacerle entrega de esta arma frente a los 12 caballeros de oro,
también he de hacer un anuncio importante y es necesario que los 12 estéis presentes.
Hiva: - No se preocupe mi diosa se hará todo lo necesario para reunirlos esta misma
tarde. 
Atenea: - Nuevamente gracias Hiva, siempre he confiado en ti para ayudarme no solo
a mi sino a todos los caballeros del Santuario.
Hiva: - Para mi es un honor servirla mi diosa.
 
Casa por casa los caballeros de oro son avisados de que su presencia es requerida
en la sala del trono esa misma tarde.
 
Antes del ocaso Atenea entra en la sala del trono y todos los caballeros le hacen una 
reverencia.
 
Atenea: - Levantaos, mis caballeros. Hoy es el día en que Sagitario recibirá la que será 
un arma que ayudara a proteger no solo al santuario sino a todos los seres que habitan 
este planeta, el arma de la justicia. Por favor Quirón acercate y toma posesión de tu arco 
y flecha. 
 
Tras una sonrisa y una mirada cómplice entre ambos, Atenea hace un nuevo anuncio.
 
Atenea: - Mis queridos caballeros quiero anunciar la creación de un nuevo cargo en el Santuario, 
muchos son los males que en el pasado nos han acaecido y por eso quiero nombrar una persona 
de mi confianza que ayudara y protegerá el santuario cuando yo ya no pueda hacerlo. 
Hiva por favor acercate.
 
Atenea: - Tú serás quien guié a los caballeros, seras quien cuide el santuario, seras
mi representante en la Tierra, desde ahora te nombro Patriarca del Santuario y velaras 
desde este trono que la paz y la justicia sean defendidas por todos mis caballeros.
Hiva: - No merezco tal cargo.
Atenea: - Nadie mejor que tú, me lo has demostrado y se que los otros caballeros te respetan.
Hiva: - Si esos son tus deseos mi diosa, así lo haré. Espero honrar este nombramiento.
 
De pronto una sombra se forma tras la figura de Atenea, un cosmos maligno y de gran poder 
inunda la sala del trono. Es la diosa Hera, todos pensaban que había sido destruida en la anterior
batalla; ahora Hera utiliza a Atenea como escudo entre ella y los caballeros.
 
Hera: - Tú y tus patéticos caballeros de oro pensabais que un cosmos tan débil podría 
acabar con una diosa.
Atenea: - Por favor Hera, se que solo me quieres a mi, haz conmigo lo que quieras pero deja a 
los caballeros y el santuario.
Hera: - No te preocupes Atenea tu serás la primera en morir y este Santuario se erigirá en honor
a su nueva diosa; todos tendrán que jurarme obediencia.
 
Los caballeros de oro no pueden moverse hay algo que lo impide, el cosmos de Hera se esta 
extendiendo por toda la sala del trono y mantiene a los caballeros bajo una gran presíon impidiendo
que puedan mover un solo músculo, pero...
 
Se ve a Quirón poniéndose en pie y con el arco en la mano, tensar la cuerda y apuntar la flecha de
la esperanza hacia la frente de Hera.
 
Hera: - Jajaja, no me hagas reír, que va a hacer una flecha de metal contra una diosa, se volverá
contra ti y se te clavara en tu corazón. Los humanos no debéis levantar la mano a los dioses que
os crearon.
Quirón: - Puede que seas una diosa y yo solo un humano pero soy ante todo un caballero de Atenea
y lucho por ella hasta el final.
Hiva: Caballeros como vuestro Patriarca os doy mi primera orden y es que cedáis vuestro cosmo a 
Quirón.
 
Un cosmos calido y dorado comienza a acumularse en la flecha, lapunta de la flecha comienza a brillar..
 
Hera: - Que es ese poder como un humano puede acumular tanta energía, pero soy una diosa nunca
podrás tocarme.
Quirón: - Te equivocas Hera no es la energía de un humano es la energía de los 12 caballeros de
oro que protegen a Atenea. ¡Éste es tu fin!.
 
La flecha sale disparada a la velocidad de la luz y con su punta atraviesa su frente, Hera desaparece tras 
recibir el impacto. Los caballeros al fin pueden moverse libres del cosmo de Hera.
 
Atenea: - Gracias caballeros, ¡ustedes son los guerreros elegidos!. Y hasta que los dioses no 
entiendan que su poder y vida infinita están para servir a los humanos y no al revés seguiremos 
con nuestra lucha.
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RELATO 10       

Arnkels þáttr Hundastjarna; El relato de Arnkel de Sirio

 

Había un hombre llamado Arnkel Geirrsson al que todos conocieron como Hundastjarna, la Estrella-Perro. Tenía una pequeña granja en Kjǫll[1] en la que vivía apartado, y apenas veía a sus vecinos, excepto cuando llegaba el verano y se dirigía al þing[2] para discutir sobre los asuntos de la región. Se cuenta que de niño no era más que un muerdecarbones[3], y que se pasaba el día junto al fuego sin hacer nada. Su padre, un viejo vikingo, le envió a servir con uno de sus antiguos compañeros, un hombre rico que viajaba lejos, a veces hasta el Mediterráneo. Ninguno de los de Sygnafylki, donde vivía la familia de Arnkel, supo nada de él hasta doce años después, cuando regresó para reclamar la herencia de su padre. No tuvo mucha suerte en los juicios contra sus parientes, pero tampoco pareció importarle. Fue compensado con doce aurar por una herencia que valía más de cien, y con este dinero compró tierras en la falda de la montaña, una tierra fría y pobre que apenas servía para pasto de ciervos.

Arnkel tenía buenas relaciones con una muchacha llamada Gunhildr, hija de Torfin el Mantecas. En la provincia murmuraban que los dos jóvenes se entendían, pero el padre de ella no veía con buenos ojos el noviazgo, y decía que Arnkel era un afeminado, y que su hija le visitaba únicamente para prestarle sus vestidos. A Gunhildlr le dolía lo que la gente decía de Arnkel, que era un marica que no valía para nada.

—Arnkel es el mejor de los hombres. Pasó doce años en Miklagarðr[4] estudiando con hombres santos, y allí fue ordenado caballero. Y no es un caballero cualquiera, sino uno de los de más alto rango en su orden, y su valía es tal que es capaz de barrer una montaña.

Y la gente se reía de Gunhildr y decía que Arnkel no sería capaz de barrer ni una boñiga de caballo.

Ella le amaba tiernamente, y seguía defendiéndolo de las habladurías de los campesinos y de los siervos, gente iletrada, vil y miserable, pero también estaba disgustada con su amante y le recriminaba que no hiciera nada para defender su honor, así que le iba diciendo a todo el mundo que Arnkel había retado a Torfin a un duelo. Y, aunque no era cierto, a Arnkel no le quedó más remedio que hacerlo, para evitar que Gunhildr quedara como una mentirosa.

El día del duelo, Torfin el Mantecas se presentó con sus hombres en el lugar designado, y llevaba una vieja espada, un escudo de madera y un casco de cuero


[1] “La Quilla”, cadena montañosa Noruega que separa este estado del de Suecia.

[2] Asamblea de hombres libres de la Escandinavia medieval, en la que se dirimen disputas y se elaboran leyes.

[3] Apelativo común para referirse a una persona que no vale para nada.

[4] Constantinopla, en Grecia, por aquel entonces la capital de lo que quedaba del Imperio romano.

 

 

 

 

remachado. Arnkel no vestía más que sus pantalones y una gran caja de metal, y su contrincante se rió al verle llegar desarmado.

—¡Este se cree que viene a bailar!

Y todos se rieron de Arnkel.

Pero el muchacho no dijo nada. Dejó la caja en el suelo y la abrió, y, al hacerlo, una luz misteriosa emanó del interior de la misma, y los que estaban presentes dijeron más adelante que era como si una estrella hubiera surgido de la caja, en pleno día. Todos coincidieron en que la estrella que brillaba en la caja de Arnkel era Hundistjarna, la Estrella-Perro a la que los latinos llaman Sirio, en la constelación del Can Mayor. Cuando la caja dejó de brillar, vieron que no había nada dentro, pero que Arnkel vestía, como por arte de magia, una armadura ligera, brillante como la plata. Ya nadie se reía de él, sino que lo miraban aterrados: parecía uno de los álfar[1], brillante, etéreo, distante, peligroso. Arnkel dijo:

—No quiero pelearme con nadie. He venido a mi tierra como observador, para esperar la gran batalla que se avecina. No será momento de luchas infantiles entre vecinos, sino de la guerra contra la oscuridad y los espectros del averno. Déjame que viva estos años en paz, oculto, preparándome para defender lo que es justo. Permite que comparta mi amor con tu hija y olvidemos esta estúpida disputa.

Pero Torfin ya no escuchaba. El miedo y la incomprensión son la bebida más embriagadora, y el Mantecas estaba borracho de miedo hacia el caballero. Con la espada en alto corrió gritando hacia su contrincante, dispuesto a sajarle la carne con el acero que blandía.

Nadie vio nada, en realidad. En un momento, Arnkel ya no estaba donde había estado sino unos pasos a su derecha, y Torfin estaba de rodillas en el suelo, retorciéndose de dolor.

Pero no fue suficiente.

Torfin se levantó, y siguió dando espadazos, aunque Arnkel nunca se encontraba en el lugar en el que debería estar y ninguno de los muchos espectadores que observaban el duelo entendía cómo alguien podía moverse tan rápido.

Gunhildr, viendo que por su culpa la vida y el honor de los dos hombres a los que más quería estaba en juego, corrió a interponerse entre ellos, con los brazos en alto. Un grito de horror se ahogó en la garganta de los presentes cuando vieron como Torfin, enloquecido, cercenaba sin darse cuenta el brazo izquierdo de su hija, a la altura del codo.

Todo fue demasiado rápido, incluso para Arnkel. Con un grito de furia, el caballero golpeó al aire, y un rayo de luz brillante como una estrella surgió de su mano, estallando contra el cuerpo de Torfin, que cayó desmadejado, como un muñeco de trapo, muerto sobre el frío barro.

Gunhildr, que parecía como si aún no comprendiese la mutilación que había sufrido, corrió hacia el cadáver de su padre y comenzó a zarandearlo con su mano buena y con su muñón ensangrentado, lívida por la pérdida de sangre, gritando “¡Padre! ¡Padre! ¡Despierta!”, pero Torfin yacía muerto, con el pecho aplastado por un puño sobrenatural.

Cuando Arnkel se acercó a Gunhildr para restañar su herida, la muchacha se encaró a él, gritando como una loca:

—¡Aléjate de mí, monstruo! ¡Has matado a mi padre! ¡Has matado a mi padre!

Y lanzando espumarajos de rabia por la boca, Gunhildr intentaba señalar a Arnkel con la mano que ya no tenía, y gritaba “¡Monstruo! ¡Monstruo! ¡Has matado a mi padre!” mientras su parientes y vecinos intentaban parar la hemorragia.

Nadie en Kjǫll ha vuelto a ver a Arnkel Hundastjarna desde entonces. Algunos dicen que le vieron luchar en la batalla de Svǫlðr junto al rey Olaf Trygvasson sobre su barco de guerra, la Larga Sierpe, y que no había nadie más sanguinario de entre todos los noruegos. Otros, que murió de pena y remordimiento por lo que había sucedido, y que los perros se dieron un festín con sus restos.

Pero lo que nadie puede explicar todavía es cómo un hombre, Arnkel Hundastjarna, pudo concentrar el brillo de una estrella en la palma de su mano.


[1] Los elfos, seres divinos relacionados con la fertilidad y la muerte.

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RELATO 11
No queda sino batirse….
 
En una amalgama de ropa, sangre y saliva el cuerpo del guerrero salió dando vueltas sobre sí mismo y cayó con un golpe sordo al suelo de grava y piedra. La cabeza le dolía y las formas bailaban, borrosas como la niebla, ante sus ojos.
Apoyó las palmas en el suelo y empezó a erguirse parpadeando con la esperanza de que la vista se centrara en algún momento. No tuvo tiempo de levantar la cabeza cuando un pie impactó en las costillas desprotegidas haciéndolo rodar unos metros más hacia un lado. Por fortuna, su cabeza cayó encima de su mano derecha y ahí se quedó. Exhausto, su boca de la que otrhora salía una voz firme y altiva ahora se ahogaba en sabor metálico y empezaba a suplicar un aire que no terminaba de llegar a sus pulmones por lo fuerte del golpe. Le dolía. Sin duda. Pero no de una forma normal. El dolor físico le atenazaba, sí; cada músculo de sus extremidades gritaba basta y el mero hecho de pensar en moverse era un tormento y sin embargo no era no peor.
Eran las risas.
Las burlas.
Aquella gente estaba desmenuzando lo único que quedaba en ese cuerpo cansado después de perder energía, ánimo y cualquier atisbo de resistencia: estaban pisoteando los últimos posos de orgullo que pueden quedarle a alguien después de fallar en su misión. Y en esta estaba ya todo perdido.
No podía articular sonido alguno pero gritaba por dentro con rabia. Su cabeza ordenaba al resto de su ser moverse, no para cubrirse siquiera, sino para llegar junto a ella pero no le iba a ser fácil. Entre ambos había 7 metros y los dos individuos que se estaban despachando con él llamaban a sus aliados en una colina próxima. En breve no podría ni pensar y entonces sí que no la volvería a ver.
No había otra, ni nadie más. No esperaban refuerzos y cada vez la luz se le apagaba más en los ojos; se estaba a empezando a abandonar al vacío.
Desesperado se mordió la mano, muy fuerte, intentando cerrar la mandíbula; y así siguió mientras los pasos se aceraban. La sangre caliente se escurría entre sus dientes y caía al suelo, mezclándose con sudor y polvo.
De alguna manera el dolor funcionó. El color volvió al mundo y las voces se hicieron más nítidas. Estaban muy cerca y su palma palpitante le recordaba a cada momento lo que estaba haciendo, como si estuviera viendo la escena desde arriba. Cuando levantó levemente el cuello, cuando la otra mano buscaba con qué defenderse, cuando se tensó como un animal herido…... En un alarde temerario se puso a cuatro patas ignorando todos los pinchazos de las articulaciones y se impulsó hacia atrás, la pierna derecha en ristre.
Un ruido seco cortó el aire a la par que uno de los causantes de su estado actual se desplomaba con un grito cogiéndose la espinilla. Y es que esas protecciones casi inexistentes en el cuarto inferior del cuerpo en gente de este nivel no pudieron hacer nada con su tibia. Su
compañero, aun en shock por lo ocurrido, no fue lo bastante rápido cuando el viejo descargó una piedra cobre la cara del herido, que dejó de gemir en el acto.
Ante su obra el doliente esbozaba una media sonrisa a la par que sus ojos empezaban a enfocar. No era ningún santo y lo había demostrado a lo largo de su vida. Su historial estaba lleno de atrocidades y actos sádicos. Y sin embargo ahí estaba protegiendo a una mujer en un sitio inhóspito y en clara desventaja por una promesa.
Se oyó un grito furioso a su lado. No tenía energías para frenar un ataque. Ya no importaba nada.
Sentía que le cogieron de la pechera y lo levantaban en el aire; Se sentía como un fardo sin vida. Acto seguido la breve caída y el golpe sobre el lado izquierdo del cuerpo al chocar contra la pared de piedra. Otra más. No sabía las veces que se había golpeado las rodillas contra el suelo ese día. Había perdido la cuenta El tímpano dio buena cuenta de la situación, poniéndose a pitar como un condenado. El otro se había propuesto acabar ya con el asunto.
A duras penas distinguía las formas próximas entre el sudor perlado que se acumulaba en sus pestañas pero cuando la vio allí tumbada se quedó atónito; el empujón lo había dejado más cerca que antes. Gateando desesperadamente empezó a moverse en su dirección. Era una marcha en cierto modo patética y agónica pero la sangre que manaba del pecho de esa mujer le empujaba anulando su razón. A cada metro movía los dedos de la siniestra pero estaban entumecidos, casi sin tacto.
Un puño descargó en su espalda, sumando otro estímulo a su mano. Acompañó la fuerza hacia el suelo y minimizó el golpe pero esta vez sí hubo consecuencias. Su ropa y el guante de metal del contrincante hacían mala combinación. El avance se detuvo.
Apretando los dientes alargó la mano derecha para asir terreno de nuevo, a sabiendas que no lo iba a contar si recibía otro como el anterior. El otro jadeaba, todavía asimilando lo que pasó con su compañero. La indignación dio paso al despreció cuando se echó hacia adelante sobre su víctima con el puño en alto de nuevo.
Y entonces las yemas de sus dedos la rozaron.
Una empuñadura vieja, desgastada por los años de entrenamiento, pero agradablemente áspera y familiar.
Comparado con otros no era nadie especial, no era nadie, directamente. Sin armadura, ni fuerza, una falta de moral patente…. Le faltaban muchas cosas pero no habilidad en lo suyo.
Asió con fuerza el instrumento con la diestra y giró rápido una cuarta, demasiado para su condición física actual. La cadera se resintió y se lo recordó. No obstante la maniobra cumplió su objetivo. El golpe hizo vibrar el casco del enemigo. A pesar de que solo cubría el cráneo fue suficiente para que se lo sacara de forma brusca y lo arrojara al suelo al tiempo que se ponía de rodillas y se sujetaba las sienes.
Aprovechando el momento el viejo terminó de llegar a su vera. Asió su brazo, frío como el hielo y en su rostro se adivinaba la súplica y el perdón por su fracaso pero la cuestión es que estaba de vuelta a su lado. Justo como hacía 4 horas, antes de que llegaran sus agresores.
La gente de la colina empezaba a llegar y proferían gritos y exclamaciones al ver a sus compañeros en el suelo a lo lejos. Algunos empezaron a correr furiosos hacia la pareja.
Desesperado y más exhausto que nunca, se apoyó en su fiel shinai y se levantó lentamente, dispuesto a enfrentar lo que se les venía encima. Se giró resinado y dio un último vistazo a la señorita Kido. Volvió los ojos e inspiró profundamente….
Ya llegaban.
Y él estaba allí esperándolos.
Tokumaru Tatsumi se lanzó hacia adelante en un grito desesperado y los guardias del santuario hicieron lo propio.
No iban a pasar.
No todavía…
No hasta que los demás volvieran para sacar la flecha dorada.
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