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plata

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Mensajes publicados por plata

  1. ...es que no alcanzo a comprender lo breve que se me ha hecho esta entrevista...Más que leerla me la he bebido y es que... durante su lectura, el tiempo, dejó de existir... Shaina ahora es cuando me pongo meloso en plan Mefistóles y te lo ofrezco todo :Face (41): . Te tutearía, pero sólo lo haría con tu permiso y es que... aunque nos conocemos del foro, no hemos inter- actuado mucho... somos casi dos extraños pero eso no me impedirá llevarte al lado oscuro ...  :laugh:  o al menos intentarlo, Shune pasó de mi y eso que como reina de los infiernos yo... en fin... me hubiera dejado hacer de... (esto perdón).

     

    Bromas a parte me ha encantado la entrevista, tienes muy claro lo que quieres, eres una de las personas más centradas y sensatas acerca de las que he tenido el placer de leer y conocer, divertida... en resumen, una gran persona... me alegra haber fisgoneado por aquí... 

     

    Shaina... anímate y escribe algo. Estoy seguro de que alguien como tú sería capaz de... en pocas palabras, trasmitir, transportar, desgranar sentimientos, fluir... arrastrar, conducir, seducir... podrías hacer algo mágico. 

     

    Me alegra saber más de ti... y por Nyarlathoped, ¡¡¡ven conmigo!!! Un fuerte abrazo compañera. 

     

     

    Estupenda entrevista y fantástico trabajo de los compañeros de Detrás del Nick.

  2. Bueno, bueno... ya sabes lo que pienso de Gohan  :biggrin: te lo comenté en privado... sin embargo, hoy... me paso por este tu hilo para... Jajajaja!! , proponerte algo bastante bizarro... extraño y demencial. Creo que, cuando termines de leer este post te vas a acordar de unos cuantos miembros de mi familia y nos vas a enviar a todos juntos al oscuro averno del que no debimos haber salido en nuestra pu... vida  :Face (23):

     

    Me he dado cuenta Eloy que nunca te he pedido un dibujo de mi dios primordial favorito... a saber, El Caos Reptante, Nyarlathoped, y lo que para mí sería ya el éxtasis total... que se estuviera enfrentando a Saga o a Shaka o ambos... si a ambos, mejor a ambos... 

     

     

     

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    Es una criatura... hermosa... lo adoro....

     

    ¿Qué me dices?

     

    ¿Te atreves o... me envías ya a tomar fanta?

     

    Un fuerte abrazo amigo mio... 

  3. Feliz cumpleaños Hades... señor del Inframundo, que pases un día estupendo y recibas muchos... muchísimos regalos, disfruta y se feliz.

     

    pd- mira si serás... tanto que paseo por tus dominios y todavía no has tenido a bien invitarme a unas copichuelas... pero... ¿qué modales son esos hombre? :laugh:

     

    Feliz cumpleaños compañero y que lo pases muy bien

  4. :mellow: ciertamente... no es a lo que me tienes acostumbrado, pero... que leches... impresionante Aioria, estilo manga, estilo hiper- realista... te sales chaval, no hay pavo (digo estilo) que se te resista. Aioria (junto a Goku) es uno de los personajes que más te deben gustar por que creo... junto al guerrero del espacio es uno de los personajes que más te he visto recrear.

     

    Me gusta mucho y de verdad vuelvo a repetirlo, me cuesta creer que sean rotuladores, lo que consigues con esos copics y el no va más en color que parecer ser el blanco... es alucinante Eloy... y, volviendo a Aioria... que seguridad más apabullante, que mirada más... inquietante... sublime, magnífico Eloy...

     

    En fin... que llevo una semana que...  :Face (69):  que te voy a contar si tú ya sabes pero bueno... cada vez que consiga arañar un segundo de libertad  :face31: por aquí me tendrás... un fuerte abrazo amigo.

  5. Vaya, vaya... de verdad se puede conseguir algo así con rotuladores y estilográficos? 

     

    Por qué tu lo dices que sino no me lo creo, es maravilloso el toque de luminosidad en las mejillas y labios, es precioso lo que has conseguido... se diría que... su envoltura es carnal... chaval, no pares de indagar por qué es increíble lo que estás consiguiendo, fantástica la moza  :laugh: (por cierto... ¿quién es?)

     

    Bueno... ya sabes que ando más liado que una persiana esta semana aunque no por ello voy a dejar de estar pendiente a tus "experimentos"  y siempre que pueda, prometo hacer una escapadita por estos lares... un fuerte abrazo artistazo.

  6. ¡Ay compañero...!

     

    Largo, tortuoso... difícil y agotador es el camino como enrevesados y turbios son mis pensamientos... a estos discípulos, vamos a hacerles sudar sangre  :Face (41): (mientras que nosotros tres sudaremos tinta  :XD: . Cruel analogía aunque... indudablemente cierta...)

     

    Me alegra que te haya gustado, Archard amigo mio, mi compañero de armas... bien sabes el calado que tiene tu opinión para este diablo y me alegra saber que te ha gustado y has disfrutado. 

     

    Gracias Archard por tus palabras, nos animan a seguir apalean... digo escribiendo  :laugh: ... si, escribiendo y dibujando... ( :Face (15): qué van a pensar de mi).

    En fin amigo mio... cuando no es la vena poética me sale la de comediante de tres al cuarto, menos mal que ya me conoces... a pesar de los múltiples recovecos de mi oscura e inquieta personalidad.

     

    Por tu apoyo incondicional, gracias de nuevo Archard, espero que... llegado el momento, el segundo libro también te haga disfrutar. 

     

    Un fuerte abrazo amigo mio, indiscutible crack de las letras... 

  7. Bueno chavales...

     

    Primer libro completo... estad muy atentos a todo cuanto en el ocurre, Karadas, Nail... no os perdáis así mismo detalle de las maravillosas ilustraciones de Eloy... estad pendientes, aunque este pobre diablo os irá avisando cada vez que la musa visite a Eloy y este nos regale otra fantástica ilustración.

     

     

    La criaturilla ha comenzado a andar y en el segundo libro  :laugh:  sus vais a enterar... aunque para ello, deberéis aguardar... 

    Recordad criaturas que la paciencia es la madre de todas las virtudes...

     

    Muchas gracias a todos los que nos seguís, muchas gracias por estar ahí y dedicarnos algo de vuestro tiempo. 

  8. :laugh: Si, si... lo admito, me encanta husmear un poco en la vida de los compañeros y descubrir las grandes personas que se ocultan tras sus nicks... sabes, aunque cientos de veces lo he pensado... cientos de veces menos una me ha faltado el valor para salir "corriendo por patas" de este pueblo donde vivo y buscarme la vida, no digo ya fuera de España, incluso se me hace cuesta arriba pensar en alejarme varios cientos de kilómetros de esta, mi pequeña parcela terrenal, aunque bien es verdad que, al menos, por el momento, nunca me he visto verdaderamente acuciado ni agobiado... y si esto se me hace difícil, no quiero imaginar lo que sería levantarme un día y no "hundirme" en sus ojos verdes dándole un beso de buenos días a mi mujer, por que no sería capaz de vivir un sólo día sino es a su lado. Te admiro, de verdad, te admiro. 

     

    :XD: Ves, ya tengo para un fic...

     

    En fin, he disfrutado mucho con la entrevista. Como he dicho, te admiro compañero, eres un tío muy centrado y lo tienes todo muy claro, chapó y que siga así, que nada enturbie tu razón...

     

    Estupendo trabajo y fantástica entrevista de los compañeros de Destrás del Nick, gracias  por acercarnos a la vida uno más de nuestros compañeros.

  9. Mi gran amigo, don Pedro... que privilegio más grande contar contigo, con tus palabras, con tu presencia...

     

    Hace tiempo que este pobre diablo te debía un relato... 

     

    Desde que Urgit tuvo a bien cruzar su camino conmigo, no hemos descansado... sólo iban a ser unas batallas pero, para dotar a Karadas de todo el peso y calado necesarios, para formar su carácter y forjar un digno Patriarca del Santuario con unas simples escaramuzas no bastaban.

     

    Desde su maestro pasando por Galaad y el resto de caballeros, el pequeño Marzûq y todo un sinfín de personajes... Hypnos  :laugh: (el más jo puta?, juro que no es el único en la historia). Lo que ha llovido desde los primeros esbozos que nos fuimos pasando y lo que estos personajes han crecido hasta verlos tan maravillosamente retratados por Eloy... no sé si Urgit sabía bien dónde se metía pero... mi cabeza, como bien dijo, no ha dejado de dar vueltas, de maquinar no sólo fechorías ( hasta yo me sorprendo de lo que esta ha creado, crea y sigue creando). 

     

    Pero lo mejor de todo es que estoy trabajando en una historia que me encanta, que me apasiona y que para más satisfacción mía, la estamos creando como bien dices tres mentes audaces, tres amigos. Son grandes, muy grandes mis dos compañeros y sin ellos esta historia estaría huérfana y en pañales. 

     

    En fin, me alegra mucho verte de nuevo por aquí, bien sabes cuanto te aprecio y valoro, como amigo, como lector y por el gran artistazo que eres. Un  fuerte abrazo Pedro. 

  10. Bueno chavales... al fin llegó el plato fuerte... Karadas, el amigo de los escorpiones  :laugh:  leedlo atentamente, recreaos igualmente en las maravillosas ilustraciones que Eloy nos ha dibujado (no perdáis detalle alguno de las armaduras, de los caballeros)... pues en este episodio además de daros a conocer los nombres e identidades de algunos de los personajes que más calado van a tener en toda esta historia, desvelamos igualmente los orígenes de...  :Face (41): leedlo leches y saldréis de dudas...  :biggrin:

     

    Gracias a todos los que nos seguís, disfrutad de ester tercer episodio que... os doy mi palabra, no tardaré en subir al completo.

  11. Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz...  si a esto le pones mi voz puedo asegurarte que todos los pelillos del cuerpo se te quedarían más tiesos y rígidos que escarpias  :laugh:  Feliz cumpleaños compañera Briareos, que pases un día estupendo y que recibas muchos, muchísimos regalos... que, a buen seguro, te los mereces. Un abrazo. 

  12. Yo abogo más por la forma de proceder de Hypnos... me justa juguetear con mi presa...

     

    Me alegra que te guste cómo vamos desentrañando la trama, hay que estar muy pendiente a estos personajes, pues nunca se sabe por donde van a salir  :laugh: ... la verdad es que sí, ha sido todo un acierto contar con la inestimable colaboración de Eloy, sus dibujos se adaptan al argumento como anillo al dedo y estoy seguro que... para el tercer capítulo, largo como un día sin pan y cuajado de combates, sus dibujos nos deleitaran en grado sumo....

     

    Un placer como siempre contar contigo, mi compañero de armas, archad, muchas gracias por tus palabras y por tu apoyo incondicional. Un fuerte abrazo crak. 

  13. Te debía una visita... bueno, más bien te debía algún comentario... puesto que no he dejado de pasearme por tu hilo de vez en cuando... como se suele decir uno va y viene allí donde algo, alguien... le toca el corazón...(  :mad:  ya me salió la vena poética)

    Bueno, bromillas mías a parte, hermosos compañera, el dibujo de Aiolos es maravilloso... está envuelto en un halo de delicada tristeza, es hermoso. ¿Shun? o tal vez un caballero de tu invención...  en fin, estupendo también... y qué decir de estos últimos... sublimes... 

     

    En fin, estupendos Briareos, maravillosos... un abrazo compañera.

  14. Muchísimas gracias a todos... Eloy, que te voy a contar... hagen1978, jr_bayon y mi compañero de armas el gran archard, gracias a los tres por recibir y apoyar con vuestras palabras esta iniciativa... sólo puedo deciros que... tanto Urgit, Camus1702, como yo mismamente... esperamos que esta "criaturilla" nacida de nuestros intelectos y hábilmente recreadas por las prodigiosas manos de Eloy comience a andar y llegue a muchos...

     

    Hemos dedicado muchas horas a estos personajes y la verdad es que hay mucho que contar sobre ellos y... bueno, para que os hagáis una idea de lo que conlleva crear algo así, os diré que entre la noche del viernes, madrugada del sábado y mañana del mismo día, Eloy dibujó la fantástica escena de Lugh y su padre, sólo por que dispusiéramos de un dibujo más para mostraros. No pude entrar en toda la tarde del viernes al foro y los mensajes entre Urgit y Eloy  no habían cesado mientras ambos intentaban terminar de concretar esa imagen que ahora veis y podéis disfrutar del fic.

     

    Le dije que no se preocupara, que la podíamos subir más adelante... creo que eran las dos y media de la madrugada cuando me mando un mensaje diciéndome que necesitaba descansar, que haría todo lo posible para lo que tuviéramos el sábado por la noche y yo le di las gracias y le volví a decir que no había problema.

     

    No sé si eran las ocho de la mañana, puede que un poco antes... ya estábamos despiertos y, tomándome el primer café recibí un mensaje suyo diciéndome que se ponía al tajo a ver sí lo podía tener preparado en la mañana y, mucho antes de las once, el dibujo estaba ahí... no cejó en su empeño... que grande que este chaval...

     

    Bueno, se lo comentaré a mis colegas y quien sabe...  :laugh:  lo mismo hasta sale otro fic...

     

    Muchas gracias compañeros, a todos, vuestras palabras nos animan y significan mucho para los tres. 

  15. HADES, Libro 2

     

     

    Episodio 1: El discípulo del León

     

     

    Karadas: ¿Cuándo maestro? ¿Cuándo podré...?

     

    Antares: Aún no estás preparado.

     

    Karadas: Pero... maestro, soy mucho más fuerte, poderos y rápido que Alban... ¿Por qué maestro?

     

    Erik: Vaya, alguien tiene hoy cara de pocos amigos... a todos nos llega el momento muchacho, Antares cree en ti desde el primer instante en el que os cruzasteis, es más, confía ciegamente en ti...

  16. EL DOLOR DE MARZÛQ
     
     
    “No…” se dijo así mismo sin apartar los ojos del caballero y su padre, “… aquello no había pasado… aquello no había ocurrido.
    Debía estar soñando.”
     
    Marzûq sacudió su cabeza intentando apartar de su mente la escena que acababa de contemplar. 
     
    “No, no es real, no puede ser, estoy soñando”,  se repetía una y otra vez.  Sin embargo, había sido muy real, aquello había ocurrido y él lo había visto con sus propios ojos… él había sido testigo de cómo ese hombre asesinaba a su padre.
     
    Sin poder contener una vez más sus lágrimas, Marzûq sintió ahora como el dolor, la rabia y la ira crecían, laceraban, mellaban sus entrañas abriéndose paso, desgarrando con su crudeza sus sentidos, tomando el control total y absoluto de su ser. Nuevas incógnitas acudieron a su mente…
     
    ¿Qué había hecho…? ¿Por qué? ¿Por qué aquel extraño había matado a su padre? 
     
    Y… algo en su interior estalló salvajemente a la vez que… aquel inconmensurable dolor que lo traspasaba quedaba marcado a fuego en su frágil y pequeño ser mientras el oscuro e inconmensurable poder del señor del inframundo acudía en su auxilio.
     
     
    -¿Qué es esto…?
     
    Aún arrodillado junto al cuerpo de aquel desconocido, Antares alzó su cabeza tragando saliva. 
     
    Unas violentísimas descargas, una energía inconcebible, arribaba a…
     
    …sorprendido, él caballero se levantó encarando a aquel pequeño que, como de la nada, surgió ante sus ojos.
     
     
    Poseído al instante por una fuerza y poder divinos, Marzûq se levantó fijando su vidriosa y ausente mirada sobre Antares, taladrando su persona… juzgando al caballero.
     
     “¿Quién es este niño? ¿Qué signi…? Qué poder tan… Es él, es Hades…Sólo es un niño… pero, ¿qué es lo que siento? ¿Odio? No, hay algo más… ¿Por qué hay tanta ira, por qué tanto dolor?” pensó tragando saliva, sintiendo los latidos de su corazón martilleándole en su interior mientras aquel pequeño lo observaba fijamente, rodeado de aquella prodigiosa energía cuyas densas emanaciones no dejaban de crecer alimentadas por el dolor, la rabia y la ira de ese pequeño corazón.
     
     
     
    “¿Por qué no están ya de camino a Palacio con el chico?” 
     
    Radamanthys frunció el entrecejo enojado… ¿Cómo era posible que les llevara tanto tiempo acabar con dos santos de Atenea y  los padres del niño?, se preguntó cuándo, no muy lejos de donde él se hallaba sintió estallar una prodigiosa energía.
     
    -No es posible…  
     
    Sorprendido, Radamanthys alzó su mirada contemplando las fulgurantes estelas rojizas que surcaban el cielo y que provenían del lugar donde había sentido estallar aquel inmenso e inconmensurable cosmos. Comprendiendo al instante a quien pertenecía esa energía el juez, tragó saliva.
     
     ¿Qué hacía allí su señor?, se preguntó atónito. 
     
    Había enviado a Basilisco, Vermis y Giganto a por el chico. Uno de ellos bastaba para eliminar a los padres del crío. Los otros sólo tenían que encargarse de dos caballeros o, en su defecto, evitar que esos malditos santos de Atenea se acercaran demasiado al pequeño pero, ¿qué demonios significaba aquello? ¿Por qué el alma de su señor Hades se había tomado la molestia de acudir hasta allí? Era pronto. Un ser tan pequeño no estaba preparado para contener el alma y el inconmensurable poder de su señor, ¿querría entonces eso decir que…?
     
    Todo su ser se agitó a la par que la violenta onda de destrucción estallaba arrasando y desolando. Ahora comprendía. Imbéciles… habían permitido a los santos de Atenea acercarse al niño.
     
    Rápidamente, Radamanthys se rodeó de toda la potencia de su energía. La poderosa y desoladora onda avanzaba inexorablemente… ya estaba ahí… así que, apretando los dientes el juez se adentró en el interior de aquella gigantesca onda de destrucción.
     
    Haciendo un gran esfuerzo, Radamanthys avanzó soportando los golpes que le propinaban los fragmentos de rocas, troncos y ramas de los árboles destrozados a la vez que intentaba contener la increíble presión que, a modo de intensas ráfagas, empujaban su cuerpo, mientras su armadura vibraba sobre sus tensos músculos… 
     
    Debía darse prisa, debía llegar cuanto antes y proteger el futuro cuerpo de su señor.
     
     
     Jadeando, completamente agotado y gravemente herido, Erik retrocedió algunos pasos dejándose caer sobre el tronco de un árbol.
    A escasos pasos de donde él se hallaba, Diamar resollaba sujetándose las costillas, intentando recuperar el aliento tras el último ataque del caballero mientras que, hundidos en el suelo, los cuerpos de Vermis y Giganto, tras sufrir unos fuertes espasmos… volvían a la vida.
     
    -Imbécil…- escupiendo su sangre Basilisco nuevamente volvió a concentrar su energía- harías mejor abandonando el combate…- le espetó Diamar.
     
    -¿Ahora que por fin luchamos en serio…?- Erik sonrió.
     
    -Peor para ti, desgraciado…
     
     
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    Apretando los dientes, rodeándose de nuevo de los fulgurantes destellos dorados de su energía cósmica, Erik se preparó para resistir una nueva acometida de sus rivales, cuando…
     
    ...un poderosísimo cosmos, una energía inconmensurable e inconcebible, un poder divino, estallaba no muy lejos de allí inundando con su presencia, arrollando con sus densas emanaciones todo cuanto se interponía a su paso. 
     
    -¡Por Atenea! ¿Qué es eso?- preguntó Erik atónito contemplando la sanguinolenta oscuridad que rápida y violentamente se extendía ahogando los tenues rayos del sol mientras la onda de destrucción se propagaba y las gigantescas copas de los árboles estallaban pulverizadas.
     
    Rápidamente, Diamar, Vermis y Giganto se volvieron a contemplar aquella inmensa ola de destrucción…
     
    -¿El señor Hades?- gritaron casi al unísono a la vez que concentraban sus respectivas energías en torno a sus cuerpos preparándose para resistir el inevitable así como terrible impacto de aquella incontenible onda de energía… aunque en vano.
     
    Los tres espectros salieron despedidos por los aires junto al colosal caballero, formando los cuatro una extraña amalgama de torsos, piernas y brazos que, aquella incontenible y divina fuerza, izó por los aires y posteriormente, arrastró por los suelos.
     
     
    Si quiera tuvo tiempo de reaccionar…
     
    Los ojos del chico destellaron irradiando una luz sobrehumana, sus ropas se agitaron animadas por las poderosas descargas del prodigioso dunamis del señor del inframundo. 
     
    Poseído, ausente, Marzûq abrió su mano derecha realizando un leve gesto con la palma de su mano…
     
    Antares lo observaba atónito, ¿no se suponía que era demasiado pequeño para que el señor del inframundo hubiera poseído su cuerpo? ¿Qué podía significar eso? 
     
    -¿Por qué?- gritó el pequeño.
     
    Antares abrió sus ojos como platos. Acompañadas de un gélido viento, las palabras que pronunció el chico golpearon el rostro del caballero agitando sus cabellos, reverberando en el interior de su cabeza.
     
    -¿Por qué lo has hecho…?- sobre la palma de su mano derecha, la energía del señor del inframundo comenzó a concentrarse.
    Jadeando, Antares paseaba su mirada de la mano al rostro del chico.-¡Responde! ¿Por qué has matado a mi padre?- gritó Marzûq alzando su mano derecha, haciendo estallar violentamente toda aquella divina energía que lo imbuía… enviando en la forma de una violenta e incontenible ola rojiza su divina esencia sobre el caballero…
     
    Sorprendido por las palabras del chico, Antares apretó sus dientes cubriendo su rostro con su brazo izquierdo, haciendo estallar su energía en torno a su cuerpo en un vano intento por protegerse, sin embargo… al igual que una brizna de paja, el caballero salió despedido por los aires nada más recibir el impacto de aquella prodigiosa energía, de aquella violenta onda que se expandía arrasando, arrollando todo cuanto encontraba a su paso.
     
     
     
    “Si algo le ha pasado al cuerpo de mi señor… los desollaré vivos.”
     
    Tras los angustiosos momentos que pasó intentando abrirse paso entre las poderosas emanaciones del dunamis de su señor, Radamanthys avanzaba velozmente alertando no sólo de su presencia, sino de sus intenciones a los santos de Atenea.
     
    Su poderosa energía manaba oscura y violenta, sumiendo el sórdido y desolado paisaje al que todo había quedado reducido, en las densas, caóticas y peligrosas brumas de sus fieras intenciones… el más ligero rasguño que hubiera sufrido el cuerpo de su señor sería castigado con la muerte.
     
     
    Recostado sobre los restos de un tronco quebrado Erik abrió sus ojos y confundido contempló un desolado y desconocido paisaje donde nada parecía tener sentido, a menos que se hallara al revés.
     
    Aturdido, dolorido, buscó en su confusa memoria algún hecho reciente que pudiera explicar cómo y porqué se encontraba en esa… extraña situación. Medio torso del caballero pendía precariamente sobre el tocón mientras sus robustas piernas descansaban sobre la tierra. 
     
    -¡Oh dioses!- exclamó cuando los recuerdos socorrieron su confundida memoria ofreciéndole las respuestas.
     
    Alzando sus brazos al cielo, tragando saliva, el caballero intentó incorporarse pues aquella postura en la que había caído, le estaba destrozando la espalda.
     
    Jadeando, tras varios insufribles intentos comprendió que le flaqueaban las fuerzas así que, finalmente decidió deslizar todo el peso de su cuerpo hacia uno de sus lados sobre la astillada superficie cayendo de costado, completamente desmadejado sobre el inconsciente cuerpo de uno de los espectros.
     
    -De… debo…levantarme.-musitó entre dientes y terribles dolores.
     
    Apoyando uno de sus poderosos brazos en la espalda de Diamar que yacía inconsciente, sujetándose con el otro al tocón en el que cayó, entre ahogados gemidos, Erik consiguió levantarse sobre sus temblorosas piernas.
     
    Agotado por el esfuerzo, el caballero permaneció unos instantes recuperando el aliento junto al cuerpo de Diamar preguntándose ¿qué habría sido de los otros dos espectros? 
     
    ¿Estarían inconscientes al igual que Basilisco? Los ojos de Erik se hundieron en el cuerpo de Diamar. No, no lo creía así. La desmedida brutalidad  así como la imparable potencia de aquella energía que los golpeó los había matado, de eso estaba seguro, no eran ni tan fuertes y mucho menos tan poderosos como Basilisco… entonces, ¿dónde estaban? ¿Por qué no lo atacaban?
     
    -Antares…- Casi sin darse cuenta, Erik pronunció el nombre de su compañero en voz alta. Creyéndolo muerto sin duda alguna, habían partido en busca de Antares.
     
    Aquella certeza irrumpió violentamente en su cabeza. Juró por su honor de caballero que no permitiría a ninguno de aquellos espectros acercarse a su compañero. 
     
    Apretando sus dientes, comprendiendo al instante la peligrosa situación en la que podía encontrarse Antares si los espectros lo encontraban inconsciente, sacando fuerzas de dónde ya prácticamente no le quedaban… Erik se lanzó furioso en busca de Vermis y Giganto.
     
     
    -A…arri…arriba Antares…- se dijo así mismo alentándose, despegando penosamente su rostro del suelo a la vez que intentaba incorporarse hundiendo su tembloroso y ensangrentado brazo izquierdo en la tierra, mientras el polvo así como diminutos fragmentos de su armadura se precipitaban al suelo.
     
    No conseguía ver nada con claridad, a su alrededor todo estaba aún  envuelto en un oscuro y denso manto de polvo y fragmentos de madera.
     
    Jadeando, dolorido y algo aturdido, finalmente consiguió levantarse… de no haber sido por su armadura y su poderosa energía cósmica que le protegían, aquel chico lo hubiera destrozado.
     
    Antares resolló aguantando las lacerantes punzadas que le recorrían todo el cuerpo. Hacía tanto tiempo que nadie lo golpeaba así que casi había olvidado lo que se sentía.
     
    -¿Padre?-las palabras que pronunció el chico, acudieron a su cabeza- Por Atenea, cree que he matado a su padre…- masculló entre dientes sujetándose las lastimadas costillas, irguiéndose completamente, escupiendo su sangre al suelo, sintiéndose aún mareado.
     
    Lentamente, el polvo, así como los fragmentos de los árboles que habían sido pulverizados, reducidos a astilla, se fueron asentando permitiéndole ver con mayor claridad el desolado paisaje que, con aquel simple gesto, el chico había sembrado. 
     
    Los potentes rayos del sol… esos mismos rayos que apenas hacía unos instantes se filtraban a través de las tupidas y frondosas copas de los árboles e indecisos bañaban con su atenuada luz el manto de la tierra cayeron pesados sobre su resquebrajada armadura.
     
    El bosque, aquellos majestuosos árboles, habían quedado reducidos a un montón de tocones calcinados que, insensibles asomaban desalentados sobre la tierra yerma.
     
    -Por Atenea…- musitó dirigiendo su mirada en derredor contemplando toda aquella desolación. 
     
    Recuperado el aliento, Antares dejó fluir su energía. “Qué extraño”, se dijo así mismo al no encontrar rastro alguno de aquel inconmensurable cosmos. Sin embargo, sus agudizados sentidos lo alertaron de otras presencias… las comisuras de sus labios se alargaron en una inconfundible sonrisa.
     
    Una peligrosa bola de energía se dirigía hacia donde él se encontraba, a la vez que unos largos e insidiosos apéndices salían proyectados del interior de la tierra intentando atraparlo.
     
    -¡POR EL RUGIDO DEL LEÓN!- irrumpió la voz de Erik a la par que este se  interponía entre la esfera, los tentáculos y su compañero, desviando el curso de la bola de energía con las fulgurantes emanaciones de su energía cósmica,  destruyendo los apéndices, destrozando a la velocidad de la luz el cuerpo de Giganto, lanzándose posteriormente sobre Vermis al que golpeó sin piedad.
     
    -Sabía que estabas ahí…- comentó de espaldas a su compañero, sonriendo.
     
    -Odio a este maldito gusano- masculló Erik entre dientes, a la vez que liberaba el cuello de Vermis de su letal tenaza y este volvía a sumirse entre las brumas de la muerte.-Debemos darnos prisa Antares, no sólo por qué estos dos vuelvan a levantarse. Alguien mucho más peligroso y poderoso que estos espectros se acerca.
     
    Sus ojos se encontraron. Un tupido velo cayó sobre las francas miradas oscureciéndolas.
     
    -Vamos Antares, acabemos con esto de una vez por todas ¡por Atenea!
     
    -¡Por Atenea!
     
    Y decididos, ambos caballeros avanzaron en busca del chico.
     
     
    El dolor era terrible, le desgarraba y laceraba el alma. Exhausto Marzûq cayó de rodillas al suelo mientras de sus ojos se escapaban las últimas lágrimas que derramaría en su vida sumido en la convulsa oscuridad de sus sentimientos, preguntándose una y otra vez, qué es lo que le había ocurrido y por qué aquel asesino había matado a su padre… mientras se dejaba llevar  ahora que se había quedado sólo por su destino.
     
     
    Apenados, Erik y Antares, finalmente llegaron al lugar donde se encontraba Marzûq. Agotado, el chico levantó su rostro hundiendo primero sus apacibles ojos verdes en Erik y posteriormente en Antares.
     
    A sus espaldas estallaron las energías de los resucitados Vermis y Giganto. Recuperado, Basilisco se unía a ellos.
     
    -Mataste a mi padre y ahora vienes a matarme a mí- sentenció Marzûq sosteniendo la mirada de Antares. La barbilla del caballero del escorpión tembló. Este desvió la mirada. Le hubiera resultado mucho más fácil acabar con él sino hubiera contemplado aquellos serenos y apacibles ojos verdes… jamás, de eso estaba seguro, podría olvidar aquella suplicante e inocente mirada.
     
    -Yo me encargo de él Antares.-la voz de Erik no sólo tronó en su interior sino en el de Marzûq.
     
    Sobrecogido, el pequeño dirigió de nuevo su anhelante y suplicante mirada hacia Erik, pero el caballero tenía los ojos cerrados.
    Sereno y concentrado, su semblante en cambio reflejaba una profunda tristeza. Marzûq  exhaló entonces el aire de sus pulmones. No había esperanza para él. Aceptando su destino, lánguidamente, bajó la cabeza.
     
    -Erik… sabes que soy tan responsable como tú de este acto…- comentó Antares cerrando sus ojos.
     
    -Pesará sobre mi corazón pero…- susurró Erik dando el primer paso- estoy dispuesto a soportarlo si con ello libro al mundo y a Atenea del dolor.
     
    -Y yo Erik…- musitó Antares viendo avanzar decidido a su compañero en dirección al pequeño.
     
    Apenado, ahora que Vermis, Giganto y Diamar se hallaban sobre él, Antares se giró encarando a los espectros. Por primera vez en su vida, el fulgurante destello rojizo que inquietante y amenazador, solía iluminar su mirada a la hora de lanzarse al ataque, opacó su visión,  así como su semblante con la pena y el dolor que sentía en su corazón.
     
    Veloz, salió al encuentro de los tres espectros. Violentamente hundió sus  dedos en los torsos de Vermis y Giganto haciéndose rápidamente a un lado esquivando los puños de Basilisco, bloqueando el paso del espectro, conteniéndolo mientras Erik ponía fin a la existencia de aquel pobre niño. 
     
     
    “Siempre elige al ser más puro, al alma más gentil y bondadosa para reencarnarse. No conozco su verdadero rostro aunque a través de los ausentes  ojos de su anterior portador fui testigo de su crueldad.
     
     No existe piedad o compasión, ni lástima ni conmiseración alguna en la dispensa de su divina justicia, pues el odio, el desprecio hacia todos los seres humanos, es su inflexible rasero y el sufrimiento eterno es lo que nos depara.
     
    Sé que os envío en busca de un ser inocente, es más, sólo es un niño. Llevo madurando esta idea desde el día en el que Atenea me otorgó su bendición y me encargó la misión de reconstruir el santuario y la orden de los santos de Atenea.
     
    Sí el sacrificio de un ser inocente libera al mundo de la barbarie y crueldad de una futura guerra santa, este irremisible acto al menos, estará justificado.
     
    Me pesa en el alma enviaros a cumplir tan amarga misión y sí lo hago es por qué os conozco bien, a los cuatro…” 
     
     
     
    Las palabras de Galaad irrumpieron violentamente en su interior. Haciendo acto de constricción, Erik llegó a la altura de donde el pequeño aguardaba sollozando con la cabeza gacha y frente a él hundió su rodilla en el suelo.
     
    -Lo siento pequeño…- musitó cerrando su puño, alzando su brazo derecho sobre el febril y tembloroso cuerpo del muchacho.
     
    Dejando escapar el aire de sus pulmones, Erik cerró sus ojos a la vez que, escudándose en su lealtad hacía Atenea, lanzaba su poderoso puño sobre el cuerpo del chico, cuando…
     
      ...una turbadora y escalofriante presencia se abatió sobre él. 
     
    Jadeando, Erik abrió sus ojos en el preciso instante en el que el sol se eclipsó tras las gigantescas alas de aquel sobrio e imponente espectro cuya densa, violenta y caótica energía violácea sometían el cuerpo del caballero arrodillado frente al chico y al que salvajemente pateó en el rostro lanzándolo por los suelos, ante el asombro de Marzûq que retrocedió acurrucándose tras las piernas de aquella sobrecogedora presencia.
     
     
    -¡Erik!- gritó Antares hundiendo salvajemente su dedo en el torso de Diamar, lanzándose furioso contra aquel poderosísimo espectro que acaba de aparecer.
     
    -Qué ironía…- irrumpió turbadora la voz del espectro mientras paseaba su acerada y amenazadora mirada de un caballero a otro.- vosotros precisamente…- deslizándose sutilmente a un lado, el espectro no sólo esquivó sino que atrapó el brazo del sorprendido Antares a la vez que, violentamente, hundía su puño en las lastimadas costillas del caballero mientras que, aún aturdido, Erik se afanaba por levantarse- vosotros que os proclamáis defensores del inocente, paladines de la justicia…- sin soltar el brazo de Antares, concentrado, el espectro se hizo nuevamente a un lado dejando pasar de largo esta vez a un aturdido y confuso Erik, mientras Marzûq contemplaba la escena lleno de admiración hacia aquel extraño e imponente hombre que lo protegía.- habéis osado levantar vuestras sucias manos sobre un pobre e indefenso niño- realizando un rápido y violento giró, el espectro lanzó a Antares sobre Erik quien contuvo con su cuerpo su caída.- peor aún… habéis osado levantar vuestras manos sobre mi señor y tamaña ofensa, se castiga con la muerte. ¡GRAN CASTIGO!
     
    Abriendo de repente sus brazos, ante los agotados y mal heridos Erik y Antares, el espectro concentró toda su violenta y caótica energía lanzándola posteriormente sobre los caballeros en la forma de unas intensas y rabiosas ráfagas violáceas en el interior de las cuales sus cuerpos quedaron atrapados e inmovilizados a merced de las prodigiosas fuerzas huracanadas que los sometían y golpeaban sin piedad alguna; con tal violencia, que ambos salieron despedidos por los aires sumidos en las oscuras brumas de la inconsciencia…
     
    Y mientras ellos caían vencidos, el espectro se volvió y buscó con su mirada a su señor. Acurrucado, Marzûq lo contemplaba admirado…
     
    -No sabéis cuánto lo lamento, mi señor- ante la atónita mirada del chico, el espectro hundió su rodilla en el suelo.
     
    -¿Qué…?- confuso, Marzûq contempló a aquel extraño sin saber bien que debía hacer. Tímidamente, el muchacho se acercó a aquel hombre que le había salvado la vida y al instante algo se agitó en su interior. Incluso postrado y con la cabeza gacha, su presencia era temible-¿Por qué me has llamado señor?- preguntó al espectro.
     
    -Por qué lo sois. Sois mi señor.
     
     
    Al atardecer… en Danzig 
     
    -Mira que estropicio -dijo una suave y ambigua voz sobre los restos de Mirtis, en el prado, unas horas después-. Va a costar arreglar esa armadura...y a su  portador.
     
    Los ojos de Mirtis se abrieron de repente y se quedaron clavados en la enigmática figura que le observaba.
     
     
    El dolor era terrible e insoportable.
     
    Todo su ser se hallaba sumido en una oscuridad total, sin embargo una fría a la vez que reconfortante brisa acarició su rostro.
    Lentamente Antares, abrió sus ojos. Durante unos minutos, el caballero permaneció allí tumbado, aturdido… mareado. 
     
    -¿Qué demonios…?-musitó entre dientes confuso.- ¿Quién era ese…?
     
    Un fuerte espasmo sacudió entonces todo su cuerpo. Violentamente, Antares intentó incorporarse pero al hacerlo unos terribles calambres le atenazaron brazos y piernas.
     
    -Aguarda… tranquilízate.- le habló una voz amiga.
     
    -¿Erik?- farfulló recostándose sobre sus codos, apretando los dientes, conteniendo entre gemidos el intenso dolor que le atenazaba sus miembros.
     
    La colosal sombra de su compañero cayó sobre él. Antares levantó la mirada y tomó la mano que Erik le ofrecía. 
     
    -¿Y el…?
     
    -Se lo han llevado.- atajó rápidamente Erik-Debieron pensar que estábamos muertos. Sabes Antares… no puedo decir que lo lamente.
     
    -Yo tampoco.- Antares sonrió- Quizás sea mejor así. La próxima vez que nos encontremos… 
     
    - Ya no será un niño sino el poderoso señor del inframundo, aunque no por ello dejará de ser un inocente.
     
    -Sí, sin embargo no nos pesará en el alma acabar con él. 
     
    Erik sonrió iniciando la marcha.
     
    -Vamos Antares- dijo finalmente volviendo el rostro hacia su compañero-al menos dispondremos de algo de tiempo y pienso aprovecharlo. Preparé a Alban a conciencia y, ahora, vayamos en busca de ese chico.
     
    -Karadas,- exclamó- no me he olvidado de él.
     
    -Me gusta Antares, me gusta ese chico… posee, algo especial.- adujo.
     
    -Tú también lo has advertido, ¿verdad? Mi intuición me dice que está destinado a convertirse en uno de los más poderosos santos de Atenea, aunque, tú ya tienes un discípulo.
     
    -Pero puedo entrenar a alguno más…
     
    -Sí, a todos cuantos quieras, pero no a Karadas.- y ambos estallaron en una sonora carcajada, mientras que…
     
    …nervioso, Karadas aguardaba la llegada de los caballeros. 
     
    En cuclillas, rodeado de sus amigos los escorpiones, Karadas jugaba con estos imitando sus movimientos, balanceando el peso de su cuerpo de una pierna a otra, lanzándose al ataque al igual que ellos, resistiendo las dolorosas picaduras que estos le infringían y a cuyo veneno era inmune. 
     
    Pronto anochecería sumiendo en el mutismo total aquel ya de por sí silencioso y aciago día… hacía horas que las gentes se habían encerrado a cal y canto en sus casas asustadas por los extraños incidentes de aquella mañana, en la que, durante unos instantes, el límpido azul del cielo adquirió un espeluznante tinte sanguinolento mientras parte del bosque estallaba envuelta en llamas y la tierra se estremecía.
     
    ¿A dónde habrían ido? ¿Se habrían olvidado de él?
     
    Karadas alzó su mirada contemplando las primeras estrellas titilar cuando…, sonriendo, aliviado dejó escapar el aire de sus pulmones. Una especie de vibrante descarga, lo mismo que sintió cuando esa mañana se cruzó con Antares, sacudió su cuerpo.
     
    -¿Maestro…?- preguntó tímidamente volviéndose, descubriendo a Antares y a Erik, abriendo sus ojos sorprendidos al igual que su boca al contemplarlos con sus… resquebrajadas, pero hermosas y doradas armaduras.
     
    -Vamos, Karadas. Es tarde y debemos marchar.
     
     
    TODOS ANTE EL PATRIARCA
     
     
    Con sumo cuidado, Lugh apartó el vendaje empapado en sangre que cubría el brazo de Raust y no pudo evitar el ligero respingo que sacudió su cuerpo al contemplar la espantosa herida abierta… los músculos del antebrazo estaban seriamente dañados y el hueso era visible.
     
    Aunque semiinconsciente a causa de la gran cantidad de sangre que había perdido, Raust luchaba por recuperar el control de su mente. Su pecho se agitaba convulsamente al ritmo de su cada vez más acelerada respiración… agonizaba.
     
    -¿Se pondrá bien?- inquirió Nail observando al Patriarca mientras este posaba su mano su mano sobre la frente del caballero de plata y su energía lo rodeaba. Tras lanzar un profundo quejido, la respiración de Raust se relajó.
     
    -El daño es considerable…- musitó Galaad- es muy probable que queden secuelas. 
     
    Centrando ahora toda su atención en el brazo destrozado, la energía de Galaad vibró a la par que penetraba en el músculo, reactivándolo. Parte del tejido dañado comenzó a ocupar de su nuevo su lugar sobre el hueso, ocultando su desgarradora exposición. Sin mediar palabras, Galaad extendió su mano derecha y Lugh le tendió un nuevo vendaje sobre el que había colado una especie de cataplasma que había estado elaborando.
     
    -Con esto…-murmuró.
     
    -Evitaremos una posible infección de sus heridas.- terminó Lugh la frase del Patriarca.
     
    -Prepara el primero de los elixires.- añadió una vez hubo terminado de vendar el brazo.- Ha perdido mucha sangre y necesitará reponer fuerzas. Deja de atormentarte por lo sucedido- adujo entonces sintiendo el pesar en el corazón de Nail.- habéis liberado a esas gentes del ser de pesadillas que los estaba atormentando. Habéis cumplido con vuestra misión y deber de caballeros. Estoy orgulloso de ambos. Y, ahora, retirémonos.- obedeciendo al gesto que realizó Galaad con su mano, una joven doncella se acercó al Patriarca.- Necesita descansar. En el momento en el que despierte debes darle a beber el elixir que Lugh te entregará, mañana volveré a atender sus heridas. Forcia, si en algún momento tiene fiebre o el dolor no le deja descansar… házmelo saber. 
     
     
    Apenas unas horas más tarde, entrada ya la noche, en la sala del Patriarca,  Galaad recibió a Antares y Erik… para su sorpresa, los caballeros, no venían solos, pequeño y escuálido, un chico, se arrodilló ante él al lado de Antares.
     
    -Maestro- continuó Antares una vez le hubieron informado de lo sucedido- este joven que me acompaña es Karadas.
     
    Observándolo detenidamente, Galaad asintió silenciosamente con su cabeza.
     
    -Al fin Antares.- exclamó sonriendo.- Tantos años instándote a que tomases un discípulo y al fin lo has encontrado. Deduzco que este joven debe ser alguien muy especial. Karadas,- lo llamó por su nombre y este levantó la cabeza a la vez que la energía de Galaad lo rodeaba. Azorado, Karadas tragó saliva sintiendo cómo, aquel cálido cosmos lo escrutaba, mientras que, sorprendido, a los labios del Patriarca asomaba una sonrisa.- Posees una fuerza y un poder extraordinarios- adujo desviando su mirada hacia Antares- “Me recuerda a cierto joven”, añadió mentalmente y los ojos del caballero destellaron.- Bien Karadas, a partir de este momento Antares es tu maestro. Él te instruirá en el arte de la caballería, obedécelo. No desesperes jamás y lucha,- aseveró- algo me dice que vuestro encuentro no ha sido del todo fortuito, que, de un modo u otro estabais destinados a ser maestro y discípulo. Karadas, estás aquí para cumplir con un noble propósito. Combatirás contra los enemigos de Atenea, lucharás para protegerla, a Ella y a los inocentes cada vez que las fuerzas del mal intenten apoderarse de la tierra, se bienvenido. 
     
     
    Y… mientras tanto, en el Palacio de Hypnos en Noruega…
     
     
    -Bonito lugar… 
     
    La voz, aunque suave, le arrastraba el final de cada frase con una nota áspera, como el roce de una losa de piedra al abrirse un sepulcro. La figura, oculta en las sombras de la habitación, se había materializado de la nada, como correspondía a su forma etérea y a su divina esencia. Thanatos, que se estaba sirviendo una copa de oscuro vino, se volvió hacia la sombra.
     
    -¿Es aquí donde os escondéis para jugar, hermano?
     
    -No se diferencia tanto de nuestros antiguos dominios, hermana –bebió un sorbo de la copa-, al fin y al cabo, los dominios de Dido no estaban tan lejos de estas tierras y nuestra influencia también se extendía por allí.
     
    El tono rojizo del vino despertó un instinto ancestral en la figura oculta. Sus ojos destellaron durante un instante con el vivo color de la sangre y lo acompañó un ronroneo apenas audible para los humanos pero que el dios de la muerte pudo apreciar con total claridad. 
     
    -Estoy seguro de que si te hubieras pasado unos años antes podrías haber contemplado un ambiente totalmente diferente, frío, blanco y yermo. A Hypnos parecía atraerle. Por suerte para ti, los pueblos que habitan el norte son belicosos y llevan mi bendición por doquier, Nephele.
     
    -Las keres no somos bien recibidas tan al norte –siseó-, las almas de los caídos ya tienen dueñas. Y no entiendo qué se os pudo perder allí, puesto que para recoger cadáveres nuestras hermanas solo tienen que seguir la ruta de los mal llamados cruzados para saciar nuestra hambre.
     
    -Preparábamos la llegada de nuestro Señor –Thanatos se volvió hacia la ventana. Volvió a probar el vino y chasqueó la lengua, complacido-. No está mal este brebaje terrenal. Los antiguos romanos perfeccionaron esta receta y, aunque no es ambrosía, es algo que se puede tragar con este cuerpo.
     
    -Estabais jugando –apuntó la ker, ignorando el comentario sobre el vino-. Os conozco muy bien, hermano, a los dos y sé que jugabais con los humanos.
     
    -¿Y? –Replicó molesto Thanatos-. ¿Acaso te incumbe?
     
    -Mientras dejéis que recojamos a los moribundos, nos trae sin cuidado –resopló ella, dándole a entender que no era ese su interés.
     
    -Entonces… -se interesó ya impaciente.
     
    -Creo que yo también quiero jugar a vuestro juego.
     
    Se sentó en la mesa que había en sus aposentos y apuró el vino que quedaba en la copa de cristal. Desde el exterior venían sonidos de algún combate de entrenamiento. Aunque odiaba reconocerlo, él no era tan perspicaz como su gemelo Hypnos, quien seguramente ya sabría qué pretendía Nephele. 
     
    -No estamos jugando a nada, hermana. Estamos sirviendo a nuestro Señor –la ker se echó a reír sin disimulo, arrastrando las carcajadas con la misma aspereza que sus palabras.
     
    -¡Claro que jugáis! Os disputáis controlar la mayor parte de los espectros cada uno para lograr la mayor victoria contra Atenea y complacer al Señor. Lleváis años haciéndolo, no pretendas negarlo. Nos hemos alimentado de los despojos que vuestros conflictos han creado y aunque las demás se contentan con la sangre caliente de los moribundos, yo quiero algo más.
     
    -No me entretengas más, Nephele –replicó molesto Thanatos-. Ve al grano ya o márchate de aquí.
     
    -Voy a reclutar a mi parte de los espectros –los ojos de su hermano se entrecerraron ligeramente, escrutando a la diosa en su escondrijo-. Ya he empezado con uno que ha necesitado un buen arreglo, el Nightgaunt y pienso reclutar alguno más. Así podré procurarme el favor de nuestro Señor y alimento constante.
     
    Thanatos sonrió y se sirvió otra copa de vino. No había esperado que su hermana decidiese entrar en conflicto tras tantos años sin hacerlo, pero le parecía interesante. Mejor, pensó, cuantos más seamos, antes caerá el maldito santuario de Atenea.
     
    -¿Piensas decírselo a Hypnos?- inquirió a sabiendas de que este recelaría de las intenciones de su hermana.
     
    -Ya se enterará… -dijo alegremente, agitando el aire de la estancia con un aleteo de sus negras plumas antes de desaparecer como había llegado.
     
    -Esto se va a poner interesante –murmuró mientras bebía vino, pensando en cómo se tomaría Hypnos que su partida se convirtiese en un juego a tres bandas.
     
     
    LA PETICIÓN DE RAUST
     
     
    Habían llegado al Santuario hacía menos de dos días y Nail ya se encontraba ansioso allí. Dada su juventud y su natural arrogancia, durante su entrenamiento había chocado en mayor o menor medida con otros aspirantes y con otros caballeros de Atenea, eso sin contar con el rencor logrado de muchas de las doncellas del lugar que habitaban que nunca se sentían demasiado contentas de volver a verle. Su talento había superado lo previsto por el maestro con el que había comenzado a entrenar y al final había sido más autodidacta que enseñado, pero siempre tutelado por Galaad y Raust, que ejercían más como conciencia que otra cosa.
     
    Ese era el primer día que iba a hacer algo así y todavía no se sentía cómodo con la idea.
     
    Vestía unos pantalones anchos, cómodos, y una camisa de lino, el cabello rojizo alborotado y su habitual expresión indolente en el rostro, pese a que estaba asustado ante lo que podría encontrarse.
     
    - Raust debe de recuperarse todavía y no sabemos lo que puede tardar –le había dicho el Patriarca-. Aunque llegaste rápido, su brazo izquierdo está muy dañado y va a necesitar reposo durante varias semanas.
     
    -Pero Galaad… Señor, no puede encargarme esa tarea a mí. Es demasiado importante.
     
    -No soy yo quien te la confía. Es Raust quien lo ha pedido expresamente. Dice que se lo debes.
     
     
    Y tenía razón.
     
    Le debía eso, al menos, a Raust después de haberle dejado volver solo al molino y haberse encontrado con aquel espectro tan molesto. Así que de nada le servía recordar su conversación con el Patriarca, ni volver a buscar una excusa que le llevase fuera del Santuario. Tendría que hacer frente a todas las miradas de reproche y afrontar el que, de momento, consideraba su mayor reto: entrenar a los aspirantes de Raust.
     
    Así que llegó a la zona donde le habían dicho que le estarían esperando. Pasaba algo más de una hora desde que amaneciera cuando Nail llegó allí, sin saber qué encontraría. Él mismo apenas recordaba la dinámica del entrenamiento con compañeros y bajo la guía de un maestro; antes de conseguir su armadura había veces que ni siquiera se marchaba de donde entrenaba en todo el día, pasando allí la noche, mientras que otros días acudía más tarde que pronto a practicar.
     
    Tres muchachos se encontraban en aquel lugar, realizando diferentes ejercicios y sudando, con aspecto de llevar bastante rato ya allí. Uno de ellos, el más alto y corpulento, se encontraba cargando una enorme piedra sobre sus hombros y caminando sobre el patio. Otro muchacho, un poco más menudo que él mismo, saltaba sobre las columnas repartidas en el lugar, de una a otra, ascendiendo hasta el capitel para, de un salto en otra dirección, descender y volver a empezar. La última era una joven de cabello oscuro largo, recogido en una gruesa trenza, su rostro, como las normas dictaban, cubierto por una máscara. Estaba sentada sobre un trozo de columna, completamente quieta, con las piernas cruzadas y los brazos apoyados sobre su regazo; daba la sensación de haberse quedado dormida.
     
    Se detuvo al principio de la explanada, justo en el primero de los escalones que bajaban a donde estaban los tres alumnos de Raust entrenando. Carraspeó levemente, incómodo. Si le escucharon, no hicieron ademán de prestarle atención. Con la ropa que llevaba, poco o nada imponía a aquellos muchachos.
     
    - Eh, atendedme! –Gritó desde donde estaba.
     
    Los dos varones se detuvieron y dejaron lo que hacían. La chica seguía sentada.
     
    -Mucho mejor –dijo para sí mismo-. A ver, me han pedido que sea vuestro maestro hasta que Raust se recupere.
    -¿Y quién eres tú, si se puede saber? –Preguntó de forma hosca el más grande.
     
    -Soy Nail, caballero de oro de Capricornio –contestó con toda la solemnidad que pudo. No iba a dejar que unos críos le ninguneasen y sabía que con ello conseguiría toda su atención.
     
    -¿Eres el inconsciente que dejó solo a nuestro maestro?
     
    El otro discípulo fue quien le espetó la pregunta, aunque era más bien una afirmación. Le miraba fijamente, con una mezcla de rencor y desprecio. Nail sintió esa oleada de odio desplazarse hacia él, lo que le consternó lo suficiente como para no percatarse de que la chica se había levantado del suelo. La joven, de pelo azulado, se plantó frente a él con el rostro oculto por la obligatoria máscara.
     
    -No he… -comenzó a decir él.
     
    Pero el inesperado bofetón que la chica le propinó detuvo las palabras en su boca.
     
    -No mereces el aprecio de nuestro maestro. No eres más que un creído imbécil que ni siquiera tiene el valor de mirar a sus iguales a la cara. Tienes suerte de que Raust siga vivo –conforme subía el tono de sus palabras, un cosmos rojizo comenzaba a rodearla y el aire vibraba, agitado por el calor-, o no habría sitio en el que pudieras esconderte de nosotros.
     
    Tal vez se mereciera lo que le estaban diciendo. Puede que hasta le hubiese venido bien en algún otro momento, pero no ahora. No tras sentirse culpable por lo de Raust sin que sus muchachos le tuvieran que recriminar nada, hasta el punto de ignorar completamente su jerarquía.
     
    Tenía que hacerse respetar, como había hecho siempre y como le correspondía como tutor de los tres jóvenes y, por qué no reconocerlo, como su orgullo le dictaba. Se acabó el ser un buen chico. Si querían odiarle, él les daría motivos. 
     
    Una violenta sacudida de su dorado cosmos agitó sus vestimentas y se propagó en el aire, lanzando a la muchacha contra el suelo con violencia. 
     
    -¡Mari…! –Exclamó el joven que había estado saltando entre las columnas antes de que la ráfaga de cosmos le alcanzase a él también y le estampase en una de ellas. 
     
    El grandullón, que le podría sacar una cabeza a Nail perfectamente, se cubrió con los brazos el cuerpo, pero nada pudo hacer ante el súbito impacto del cosmos del caballero dorado que terminó lanzándole varios metros hacia atrás.
     
    -¡Vais a escucharme! –Gritó Nail mientras les veía levantarse a duras penas-. ¡Se acabó el recreo aquí! Voy a convertiros en caballeros y al que no sea capaz de soportar el entrenamiento, le devolveré al pozo del que salió arrastrándose. ¡En pie ya, vamos! 
     
    Horas después, cuando el sol se ocultaba tras la estatua de Atenea del último de los templos, Nail dio por concluido el entrenamiento, marchándose y  dejando a los tres aspirantes jadeando, empapados en sudor y tirados en el suelo.
     
     
    VISITA A RAUST
     
     
    -No tienen disciplina, Raust ¡Ni respeto! –Gesticulaba de forma exagerada, haciendo aspavientos con las manos-.Y esa discípula tuya se atrevió a abofetearme. ¿Es que no les has enseñado modales? –Apuntó con dedo acusador a Raust. 
     
    Éste se echó a reír en cuando el joven Nail se calló, lo cual provocó que el pelirrojo abriera los ojos y la boca, sorprendido de que no le tomase en serio.
     
    Raust permanecía en una de las camas de las estancias que rodeaban la Fuente de Atenea, con el brazo izquierdo cubierto por un grueso vendaje que le llegaba hasta el codo y apenas dejaba ver la mano.
     
    -No tiene gracia. 
     
    -¡Claro que la tiene! –Contestó sonriendo el caballero de plata-. Tiene mucha gracia porque tú eres exactamente igual. 
     
    A Nail no le pasó desapercibido que su compañero utilizase el presente, y no el pasado, a la hora de compararle con sus alumnos.
     
    -De todos modos, es cuestión de días que salga de aquí y vuelva a entrenarles. Ya han hecho todo lo que podían con esto –se señaló el brazo vendado-, y lo que pase ahora solo depende de la voluntad de Atenea. 
     
    -No es necesario –se apresuró a contestarle-. Deja que de aquí en adelante me encargue yo, Raust. Los convertiré en caballeros, te doy mi palabra. 
     
    Ya en la noche, tumbado en su cama mirando el alto techo del templo de Capricornio, seguía preguntándose si había hecho bien al asumir la tutela definitiva de aquellos tres jóvenes.
     
    Independientemente de su potencial o sus capacidades para entrenarles, sentía que le debía más que un gran favor a Raust por lo ocurrido en aquella aldea de pescadores cerca del Baltyk y, le gustase o no, estaba dispuesto a cumplirlo. 
     
    No fue fácil.
     
    Tuvo que ganarse el respeto de los muchachos y pasó todo un mes hasta que dejaron de mirarle con ojos acusadores a cada orden o instrucción que daba, mientras él respondía a sus miradas con su expresión de arrogancia y superioridad, con aquel gesto suyo tan característico que le había granjeado la antipatía de alguno de sus compañeros de estamento y que tanto le definía.
     
    Los tres muchachos cambiaron pronto las miradas de acusación por un incipiente odio que él, en su ego-manía y propio autocastigo por lo ocurrido con Raust, no fue capaz de apreciar.
     
    “Si capitanearas un barco y ellos fueran tus marinos, hace días que flotarías a la deriva con el gaznate cortado.” 
     
    Durante uno de los días que había decidido comer en la sala común del Santuario, un hombre con el rostro curtido por el sol, la piel morena, los ojos oscuros y el cabello castaño alborotado, se sentó frente a él, en la misma mesa, algo que salvo Raust, nadie más solía hacer.
     
    Comenzó a comer el guiso de pescado sorbiendo la cuchara, a tal velocidad que pareciera que llevara días sin probar bocado. Cuando acabó, dejó el plato y se puso en pié, inclinándose exageradamente sobre él para murmurarle la advertencia, antes de marcharse de allí con expresión satisfecha.
     
    “Ese debe de ser Martín de Erídano.” Le había dicho Raust cuando le comentó lo sucedido, esa noche. “Le encanta comparar todo con el mar, de los tiempos en los que era un escuálido grumete en un mercante que hacía las rutas por el Mare Nostrum.”
     
    Y, acto seguido le preguntó qué estaba haciendo con sus muchachos, ya más preocupado al entender lo que aquella advertencia significaba.
     
    Raust suspiró sonoramente cuando el joven pelirrojo le explicó cómo transcurrían las cosas y negó con la cabeza. 
     
    -Tengo que hablar con ellos –e hizo el amago de levantarse de la silla apoyándose en ambos brazos. El izquierdo, al instante, le falló. Nail se levantó para ayudarle pero él le detuvo con un gesto-. No te preocupes, me han dicho que tardará en sanar. Estoy bien –dijo con una triste sonrisa. Por favor, habla con Galaad para que pueda ver a esos tres y explicarles un par de cosas. Y respecto a ti, Nail, cambia esa forma de actuar con ellos. Imagina lo que debe de comentarse entre los aspirantes para que un caballero de bronce haya tenido que acercarse a ti para advertirte.
     
    El caballero de Capricornio se mordió el labio, evitando así abrir la boca en la que habría sido una ingeniosa pero irrelevante réplica a las palabras que acababa de pronunciar su amigo.
     
     
    Con el paso del tiempo… 
     
     
    Nail se dio cuenta enseguida de que algo había cambiado en la actitud de sus jóvenes pupilos una vez hablaron con Raust. A pesar de que él seguía siendo el de siempre, ya no sentía la fuerte agresividad hacia él en sus incipientes cosmos y, poco a poco, ese día comenzó a relajarse y no solo a instruirles, sino también a aconsejarles. Puede que el clima no hubiese sido el más propicio, pero en el mes que llevaba entrenando a los chavales, se podía ver claramente que iba por el buen camino.
  17.  
     
    EL GIGANTE Y EL LEÓN
     
     
    Impasible e inamovible Erik abrió su mano izquierda apresando con esta el gigantesco puño que se cernía sobre él. 
     
    Atónito, Giganto masculló algo entre dientes a la vez que intentaba descargar toda su hercúlea fuerza sobre aquel hombre, sin embargo, el cosmos del caballero ejercía tal influencia sobre él que le impedía llevar su ataque a su fin… sorprendentemente, ese coloso había conseguido detenerlo en seco. 
     
    -Eres fuerte…- susurró Erik aferrando violentamente su presa, ejerciendo cada vez mayor presión sobre el puño derecho de Giganto.
     
    Contrariado, Giganto apretó los dientes al sentir que la protección de su puño comenzaba a cuartearse… sino conseguía liberarse, ese hombre acabaría destrozándole la mano. 
     
    Así que, dirigiendo ahora toda su potencia a su brazo izquierdo, Giganto descargó con saña su puño sobre el caballero, golpeándolo en el rostro, solo que  muy lejos de conseguir su propósito.  
     
    Mientras el torcía el gesto en una mueca de dolor e intensos calambres le  ascendían por  todo el brazo, un pequeño hilo de sangre asomó a la comisura de los labios de Erik.
     
    -No está mal,-sentenció el caballero torciendo el gesto palpando con su lengua el interior de sus labios, saboreando el metálico sabor de su sangre- aunque vas a necesitar algo más que fuerza bruta para vencerme.- comentó tranquilo, pasando su mano derecha bajo su mentón, limpiando el sanguinolento hilo que ya le descendía por la barbilla sin dejar de presionar el puño de Giganto a quien tenía postrado ante sus pies entre intensas oleadas de dolor.- Vamos grandullón, ¡arriba!
     
    Emitiendo unos fulgurantes destellos dorados, a la vez que liberaba el puño del espectro de su tenaza, el poderoso cosmos de Erik barrió el cuerpo de Giganto que salió rodando por los suelos hasta chocar contra uno de los muros de la casa.
     
    Encolerizado, Giganto se levantó fijando sus negras pupilas en el hombre al que lamentaba haber elegido como rival. De una estatura y envergadura fuera de lo normal, aquel gigante que vestía una armadura dorada semejaba más bien un coloso.
     
    Giganto tragó saliva, era incluso más alto que él. 
     
    -¿A qué estás esperando?- los cabellos de Erik se erizaron dotando al caballero de un aspecto brutal- veo que has enmudecido.- el espectro retrocedió instintivamente pegando su cuerpo al muro cuando a los ojos del caballero asomó aquel salvaje destello animal.
    Los músculos de Erik se tensaron. Con precisión felina el caballero comenzó a aproximarse al espectro- acaso,  ¿te comió la lengua el gato? ¡RUGIDO DEL LEÓN!
     
     
    Hábilmente Antares recorrió la distancia serpenteando y esquivando las continuas ráfagas violáceas que le enviaba su rival. En un abrir y cerrar de ojos el caballero se encontró frente a la gélida mirada de aquel hombre quien, para su sorpresa, siquiera se inmutó cuando lanzó su certero puño sobre su rostro, desapareciendo ante sus ojos tras dedicarle una escalofriante sonrisa.
     
    -¡Qué veloz! aunque no esperaba menos de un santo de oro- un fuerte aleteo acompañó una furiosa descarga violácea que Antares evitó haciéndose rápidamente a un lado- dime, ¿a quién voy a tener el gusto de enviar al reino de los muertos?
     
    -Tú también eres muy rápido- Antares sonrió lanzándose sobre el espectro- aunque no tanto como yo. ¿Qué decías? ¿Enviarme al reino de los muertos?- el caballero negó con la cabeza- Siento mucho contradecirte, pero dudo que puedas siquiera llegar a rozarme.- acompañando sus palabras de un fulgurante destello dorado, Antares apareció de nuevo frente a los ojos de Diamar, quien abrió los suyos sorprendido.- Soy Antares de Escorpio- aprovechando que lo tenía justo frente a sus ojos, Diamar intentó golpearle, sin embargo el caballero se deshizo en el interior de un sutil destello dorado, al igual que él hiciera unos segundos antes cuando se lanzó al ataque.-No digas que no te lo advertí… Y, ahora que conoces el nombre de quien te va a enviar de vuelta al infierno lo justo sería que me dijeras el tuyo.
     
    -Tan impertinente como veloz.-comentó sonriendo- Diamar de Basilisco- a modo de saludo, el espectro inclinó levemente su cabeza sin apartar de sus labios aquella inquietante sonrisa- permíteme disentir Antares de Escorpio.  Yo,  al contrario que tú, me hallo bajo la protección del poderosísimo señor del inframundo,-mientras hablaban, ambos se estudiaban- y quien sirve al señor Hades, vive eternamente… ¡ALETEO DE ANIQUILACIÓN!
     
     
    Mientras tanto, no muy lejos de allí…
     
    -¿Qué…?
     
    Marzûq tragó saliva.
     
    Exhalando el aire de sus pulmones, el chico, consiguió despertar de aquella extraña ensoñación en la que había caído. Sorprendido, descubrió que, aunque se hallaba sobre su caballo, su padre lo sujetaba.
     
    -Marzûq, ¿qué te ocurre?- inquirió angustiado.  
     
    “¿Qué le suceden a tus ojos hijo mío? ¿Por qué de repente tu mirada ha dejado de ser clara y transparente? ¿Qué es ese manto negro, qué es esa oscuridad que he visto reflejada en ellos? ¿Qué es lo que enturbia tú mirada?”
     
    Temblando aún de la impresión, Rafid aflojó el cuello de su camisa. Sudaba a mares. Un extraño e incómodo silencio se instauró entre ambos. Confuso y molesto por la forma en la que le escrutaban los ojos de su padre, al cabo de unos instantes, Marzûq intentó desviar su mirada, pero… una vez más, sus fuerzas lo abandonaron.  
     
    Algo le oprimía el pecho… todo estaba envuelto en tinieblas.
     
    Y él deseaba quedarse allí pero… debía marchar.
     
    ¿Y sus padres? ¿Qué sería de ellos sí él marchaba?
     
    Sentía una tremenda angustia.
     
    … no se encontraba bien...
     
    Ella, ella le aguardaba… 
     
    -Pandora…- musitó dejando escapar un largo y plañidero suspiro que terminó de alertar a su padre.
     
    -Por Alá, estás enfermo…- con el rostro completamente demudado Rafid abrazó a su hijo tomándolo entre sus brazos, subiéndolo a la grupa de su caballo. 
     
    -No… Pandora… no es eso.- alcanzó a balbucear dejándose llevar.- Padre…
     
    -Descansa, pronto estaremos en casa.
     
    Aferrando con su mano derecha las riendas de su caballo, Rafid apretó violentamente los costados de su montura mientras estrechaba el cuerpo de su hijo fuertemente contra su pecho con su brazo izquierdo.
     
    Exhausto, Marzûq cerró los ojos... debía marchar, tenía que hacerlo. Su reino era inmenso, su poder inconmensurable, ciento ocho estrellas oscuras se postraban ante él y a su diestra estaba Ella, Pandora.
     
     
    EL BASILISCO Y EL ESCORPIÓN
     
     
    Aunque lo intentó Giganto no pudo hacer nada por evitar el poderoso rugido del león. 
     
    A la velocidad de la luz el coloso avanzó en dirección al espectro a la vez que con sus brazos hendía la atmósfera desplazando las masas de aire dirigiéndolas hacia Giganto, quien, apretando los dientes intentó contener la furiosa embestida del caballero, cuando, un extraño ruido, parecido al rugido de una bestia salvaje, rasgó la atmósfera, tronando sobre su cabeza.
     
    A merced de las corrientes que empujaban e inmovilizaban su cuerpo contra el muro de la casa, Giganto contempló atónito las violentas descargas doradas que, desde los hombros de Erik, descendieron por sus brazos para finalmente salir proyectadas de los puños del caballero impactando de lleno contra su cuerpo.
     
    Giganto salió entonces despedido por los aires atravesando con su cuerpo el frágil muro de la casa que cedió debido al increíble impacto del ataque mientras el puño de Erik golpeaba sus centros vitales a la velocidad de la luz.
     
     
    A la vez que…
     
    … una terrible ventisca, una increíble oleada violácea se abatía sobre el cuerpo de Antares.
     
    Concentrando su energía, Antares consiguió mantenerse erguido mientras las poderosas ráfagas que le enviaba Basilisco se escindían en dos abriéndose a cada lado de su cuerpo, impactando y resquebrajando el suelo tras chocar contra los fulgurantes destellos dorados con los que el caballero se protegía… mientras su portentosa armadura vibraba debido a la fuerte presión que ejercía el ataque de Basilisco sobre él.
     
    Finalmente a la vez que el cuerpo de Giganto se hundía destrozado en el suelo, Antares, realizando un último esfuerzo, conseguía contener el ataque de Diamar…
     
    -Debo darte la enhorabuena- bufó Basilisco- has conseguido detener mi ataque.- rápidamente, Diamar extendió sus brazos a la vez que concentraba su energía en torno a su cuerpo, preparándose para una nueva arremetida- sin embargo, no es ni por asomo la más poderosa de mis técnicas.
     
    Alzando sus cejas, Antares levantó su brazo derecho situándolo frente a su cara. Entre los resquicios de sus dedos asomaron inyectados en sangre sus ojos mientras este le dedicaba una asesina mirada a Diamar, a la vez que la uña de su dedo índice crecía palpitante y peligrosa destilando el veneno del escorpión.
     
    -Diamar, a pesar de que merezcas la muerte, voy a concederte una oportunidad para salvar tu vida.
     
    -Que magnánimo.- comentó histriónicamente, burlándose.
     
    A la vez que hablaba, la alargada y afilada uña de su dedo fue adquiriendo un letal tono rojizo. Una inquietante sonrisa asomó a los labios de Antares. Cuando Diamar reparó en ella, tragó saliva.
     
     
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    -Si bien podría acabar contigo de un solo golpe no emplearé contra ti el más letal y poderoso de mis venenos- una fuerte descarga sacudió la mano de Antares, el tono rojizo de su uña cambió violentamente adquiriendo un aspecto cárdeno y enfermizo a la vez que, a través de sus venas fluía hacia la uña de su dedo índice el veneno más poderoso y letal del escorpión- en cambio,- al igual que bajaba el tono de su voz, el color de su uña se fue suavizando hasta adquirir de nuevo un tinte rojizo-a través de tus sufrimientos te brindaré la oportunidad de que recapacites y te redimas.  
     
    En esos precisos instantes, Erik volvió su rostro en dirección a su compañero. Durante unos segundos contempló a Antares y al espectro que tenía ante él…
     
    -Ve Erik, no tardaré mucho.- comentó Antares sabiéndose observado por su compañero- Acaba con el otro, pronto me reuniré contigo. 
     
    Un ligero temblor sacudió el ojo derecho de Diamar. Preocupado  Basilisco contempló al caballero de Leo mientras este se adentraba en el interior de la casa e iba en busca de Vermis. Sus acerados ojos destellaron a la vez que, en un intento desesperado por detenerlo, enviaba parte de su densa energía en dirección a Erik en la forma de unas oscuras ondas que  fueron rápidamente contrarrestadas por el caballero quien, sin inmutarse, siguió adelante.
     
    Giganto había mordido el polvo demasiado rápido pensó tragando saliva sin apartar la mirada de la espalda de Erik… ¿Y sí se había equivocado?, tal vez no debería haber atraído hacia allí a los santos de Atenea. Mientras tanto Antares, lo observaba divertido. 
     
    -No sufras Diamar…-comentó Antares atrayendo de nuevo sobre sí la atención de Basilisco quien de nuevo fijó sus ojos en él. A las doradas emanaciones de su energía cósmica, se habían añadido unos fulgurantes y amenazadores destellos rojizos que vibraban en torno a los puños del caballero cuyos brazos había situado frente a su cuerpo al igual que las poderosas pinzas de un escorpión dispuesto para atacar.-no me gusta hacer esperar a mis compañeros así que acabaré rápidamente contigo. ¡ATACA ESCORPIÓN!
     
     
    DESPRECIABLE GUSANO
     
     
    Sólo quedaba ella, la madre de quien muy pronto se convertiría en su señor. En el fondo, debía reconocerlo, era un nostálgico… deferentemente, la había dejado para el final.
     
    -Corre, sí corre…- Vermis estalló en una histérica carcajada.
     
     Aterrorizada, la pobre mujer chillaba sacudiendo y encogiendo instintivamente su cuerpo cada vez que sus tentáculos impactaban en el suelo, cortándole la retirada obligándola a dirigirse hacia donde él había decidido ya, acabaría con su vida. 
     
    Por ser quien era, deseaba darle una muerte diferente a la de los demás.
     
    La mujer aulló de dolor cuando, enredando uno de sus tentáculos en sus tobillos, tiró con violencia de sus piernas haciéndola caer de bruces al suelo. Con su macabro jueguecito, bloqueándola y obligándola a marchar por donde él quería, Vermis  la había conducido a través de las cuadras y el patio trasero para, finalmente postrarla ante él…  en medio del camino que conducía a su casa mientras el viento silbaba ululando entre las nervosas ramas de los árboles que enfilaban el sendero y cobijaban con sus altas copas el camino.
     
    Lentamente, fue tirando de sus piernas, atrayéndola hacía él mientras la mujer hundía desesperadamente sus uñas y dedos en la tierra, abriendo  profundos y dolorosos surcos en su superficie, cuando, de repente…
     
    …un rugido así como unas violentas descargas doradas lo sorprendieron. Rápidamente, Vermis saltó en el aire mientras el suelo estallaba bajo sus pies,  liberando las piernas de la mujer a la vez que, con sus tentáculos, intentaba evitar que aquellas poderosas descargas impactaran contra su cuerpo golpeándole algún centro vital. Furioso lanzó entonces una maldición al aire cuando varios de sus tentáculos cayeron cercenados al suelo.
     
    -¿Quién demonios eres?- Aulló preso de la rabia, buscando con su mirada a su rival a la vez que la mujer conseguía ponerse en pie y  malherida  salía corriendo.
     
    -No eres más que un sucio perro y un maldito cobarde.- inmediatamente, Vermis volvió el rostro en la dirección de dónde provenía la voz.- ¡me das asco!,-masculló encolerizado Erik materializándose ante los ojos de Vermis  después que un fulgurante destello dorado impactara violentamente contra la corteza de uno de los árboles partiéndolo en dos.- no mereces conocer el nombre de quien te va enviar devuelta al infierno.
     
    Lanzando sus tentáculos al aire Vermis estalló entonces en una estentórea carcajada.
     
    -Vas a lamentar mucho tus palabras...- fijando sus sádicos ojos sobre el caballero, Vermis sonrió a la vez que sus tentáculos cercenados palpitaban e inmediatamente se regeneraban.- yo no soy tan débil como Giganto- lentamente, Vermis comenzó a extender sus brazos a la vez que de su cuerpo manaba su energía en la forma de unos oscuros e inquietantes efluvios.- Me trae sin cuidado cuán poderoso seas, así como tu tamaño o tu fuerza. No hay rival para el gusano, pronto mis tentáculos hollarán tu cuerpo.
    Para mí no eres más que una simple envoltura de carne y huesos. 
     
    -En cambio para mí, sólo eres un montón de escoria… 
     
     
     
    A una increíble velocidad, Antares primero cruzó sus brazos y después los extendió frente a su cuerpo convocando una intensa oleada de agujas rojizas que salieron proyectadas hacia Diamar a la velocidad de la luz.
     
    Rápidamente Basilisco saltó en el aire. Sin perder su sonrisa, se desplazó de un lado a otro a una velocidad vertiginosa, avanzando, evitando las punzantes agujas mientras estas penetraban en el suelo levantando una fina y asfixiante capa de polvo. 
     
    -¡Menudo fanfarrón! no eres más que un simple charlatán…- gritó sin dejar de avanzar hacia Antares, esquivando sus agujas, regodeándose, cuando,  de repente…
     
    …una espantosa y dolorosísima sacudida recorrió todo su cuerpo, paralizándolo al instante. Sorprendido Diamar abrió la boca clamando a la vez que ahogando un angustioso grito que dirigió al cielo a la par que Antares alzaba sus cejas fulminándolo con su mirada.
     
    -¿Y bien?- preguntó Antares- ¿Qué me decías?
     
     Jadeando, sin poder dar crédito a lo que le sucedía, Diamar bajó su mirada y con sus ojos desencajados y el rostro transido de dolor, contempló aquel pequeño orificio en su armadura que le atravesaba el costado de lado a lado.
     
    Atónito, pasó las yemas de sus dedos por aquel insignificante y sin embargo, profundo y dolorosísimo agujero, mientras que, pulsante e hiriente,  sentía cómo el veneno del escorpión se iba abriendo paso a través de su torrente sanguíneo, expandiéndose por todo su cuerpo, abrasando sus órganos, lacerándolo desde su interior.
     
    -Qué signi…no es más que un simple pinchazo, ¿por qué…?- mordiendo sus labios, Diamar contuvo una nueva oleada del insufrible dolor que, ardiente,  mellaba pulsante en cada una de sus terminaciones nerviosas adormeciéndolas. 
     
    -Esto es sólo el principio Diamar- Antares sonrió mostrando sus incisivos- siquiera es el más poderoso y doloroso de mis venenos…- enojado, Basilisco alzó su cabeza hundiendo sus ojos en Antares quien, impasible lo observaba a la vez que fulgurantes destellos rojizos volvían a rodear sus brazos. Lentamente, Antares levantó de nuevo su mano derecha apuntando con su dedo en dirección a Diamar.- De haberlo querido, ahora estarías muerto… - un inquietante destello rojizo iluminó la alargada uña de su dedo índice.- sin embargo, como antes te dije voy a concederte la oportunidad de redimirte y salvar la vida. La verdad es que siento una gran curiosidad,- apretando los dientes, la violácea energía de Basilisco estalló rodeando su cuerpo, Antares sonrió complacido…- me pregunto cuánto serás capaz de soportar antes de suplicarme clemencia…
     
    -¡Desgraciado!- Diamar escupió sus palabras- ¡jamás! ¿Me oíste? Jamás suplicaré clemencia  por qué…- con las piernas firmemente ancladas al suelo y sus alas extendidas, Diamar realizó unos rápidos movimientos con sus manos frente a su cuerpo a la vez que un alarmante destello acerado surcaba su mirada.- no voy a consentir que vuelvas a sorprenderme, ¡ahora mismo te enviaré al infierno! ¡ALIENTO DEL BASILISCO!
     
    -¡VENENO ARDIENTE DEL ESCORPIÓN!
     
     
    EL DESTINO MUESTRA SUS CARTAS
     
     
    Sus rodillas se hundían sin piedad a ambos costados del animal. Aullando, Rafid azuzaba a su caballo mientras aferraba cada vez con mayor fuerza el flácido cuerpo de Marzûq contra su pecho quien, tras sufrir unas fuertes sacudidas en las que delirando de nuevo llamó a esa desconocida, quedó sumido en un pesado y letárgico sueño y hubiera caído de su montura de no haber sido por qué su padre lo rodeaba con su brazo.
     
    Y, entonces, sucedió… cuando comenzaban a enfilar el camino que serpenteando entre los árboles conducía a su casa, “el destino”, jugó sus cartas.
     
    Lo último que sus ojos contemplaron, fue el pálido y demacrado rostro de su hijo.
     
     
    Dolorida, destrozada, corrió por su vida internándose en la espesa arboleda, huyendo de aquel ser horrible, de aquel monstruo lleno de tentáculos que había masacrado a su familia y sirvientes. 
     
    Jadeando, con los ojos anegados de lágrimas, corría asustada presa del pánico, dirigiendo de vez en cuando su aterrorizada mirada hacia atrás por temor a que él volviera a aparecer cuando…
     
    …el violento relincho de un caballo la sobresaltó…
     
    …volvió su mirada y… asustado, el caballo alzó sus patas delanteras, golpeándola en la cabeza, arrollándola… 
     
    Sorprendido, Rafid abrió sus ojos desencajados. Violentamente el caballo se levantó sobre sus cuartos traseros. 
     
    Completamente paralizado, Rafid soltó las riendas a la vez que el animal encabritado arrollaba el cuerpo de su mujer, y él y Marzûq caían de espaldas al suelo… instintivamente, Rafid se hizo un ovillo sobre el cuerpo de su hijo.
     
    No pudo hacer nada por evitarlo, salvo proteger la vida de Marzûq. Apenas fue un instante pero, algo en su interior le gritó que debía mirar el rostro de su hijo y apartó la mirada del camino para contemplarlo. 
     
     
    Por fortuna, aquellos que sirven al señor Hades… viven eternamente…
     
    Un violento espasmo sacudió todo su cuerpo en el preciso momento en el que sus pulmones se agitaron convulsionándose a la vez que el aire penetraba de nuevo en ellos inundándolos.
     
    Rápidas y lacerantes, unas poderosas descargas reanimaron sus centros nerviosos. El intenso dolor seguía ahí, pulsando, mortificando su desvencijado cuerpo, hiriente sensación y sin embargo, gratificante.
     
     Giganto sonrió a medida que a sus miembros les volvía la sensibilidad. Por muy espantosos e insufribles que fueran sus padecimientos, había vuelto a la vida gracias a su señor, así que cerró los ojos acostumbrándose a ese dolor cuyo significado trascendía más allá de lo físico. Por muy espantosos e insufribles que fueran en esos momentos sus padecimientos… ¿qué eran unos instantes de dolor comparados a la vida eterna?
     
    Lentamente Giganto se fue incorporando. Unos fulgurantes destellos dorados y violáceos colisionaron ante sus ojos levantando el polvo así como resquebrajando los fragmentos de rocas y el suelo, a su espalda dos energías más estallaron mientras que, furtiva e insidiosa, una oscura presencia, arribaba  al lugar…
     
     
    EL SECRETO DE LOS EJÉRCITOS DE HADES
     
     
    Antares abrió sus ojos sorprendidos, debía admitir que aquel espectro le estaba poniendo las cosas difíciles. 
     
    Tras producirse el violento choque de sus respectivas energías, Diamar y Antares salieron despedidos en direcciones opuestas. Jadeando, el caballero llevó su mano izquierda a su brazo derecho que pendía completamente rígido e insensible a su costado.
    Aprovechando que, preso de los fuertes calambres que recorrían todo su cuerpo Diamar pugnaba infructuosamente por levantarse, Antares observó el extraño aspecto que estaba adquiriendo su piel, la cual, en algunos puntos de su antebrazo y bíceps, se había teñido de un inquietante tono grisáceo, casi pétreo.
     
    Mientras tanto, apretando los dientes, ahogando entre gemidos los angustiosos gritos que no estaba dispuesto a proferir frente a su rival, Diamar, intentaba levantarse resbalando una y otra vez sobre sus ahora frágiles y ardientes piernas mientras mordía sus labios haciéndolos sangrar, cuando, de repente, de aquellos centros de su cuerpo que Antares había conseguido perforar con su ataque, estallaba su carne y manaba su sangre a chorros.
     
    -¿Qué me contestas, Diamar? ¿Aún te quedan ganas de luchar? Por qué, si ese es el caso, ¡levántate!- le gritó Antares- Levántate para que pueda acabar contigo de una vez por todas…
     
    Era espantoso, horrible, se estaba consumiendo, tenía la sensación de  que su sangre hervía en sus venas y este no era, según palabras de Antares, el más doloroso y poderoso de sus venenos…  muy pronto todo él estallaría en llamas…
     
    -¡Mal…! Maldito seas…-aferrándose al tronco de uno de los árboles frutales Diamar finalmente consiguió levantarse. Haciendo un gran esfuerzo, el espectro alzó la mirada aunque tardó algunos instantes en conseguir enfocar la turbia e inquieta silueta del caballero, quien en realidad lo contemplaba estático, y entonces descubrió que Antares se sujetaba el brazo. Sin poder contenerse, Diamar, estalló en una sonora carcajada.
     
    -¿Qué te sucede? ¿Ya enloqueciste?- inquirió Antares ante el histérico ataque de risa del que era presa Diamar.
     
    -Te…- sin poder contenerse- he…- la risa no le dejaba hablar. Molesto los ojos de Antares destellaron impacientes.-… alcanzado.- musitó acallando un doloroso gemido.
     
    -Así es y debo admitir que me has sorprendido. Jamás imaginé que serías capaz de llegar siquiera a rozarme, sin embargo, eso no me impedirá poner fin a tu vida aquí y ahora mismo.
     
    -No has entendido nada Antares.- Jadeando, Diamar poco a poco fue recuperando la compostura- Pronto descubrirás que no puedes acabar conmigo. ¡Ahórrate todas tus baladronadas!, ¿y qué si me matas? ¡Yo me levantaré!… y volveré al ataque, una y mil veces, las que haga falta, en cambio tú… esa herida que has recibido Antares- Diamar estalló de nuevo en una estentórea carcajada- ¡acabo de inutilizar tu brazo derecho!-adujo- sí, eres muy rápido, mucho más de lo que me había imaginado… pero, si te he alcanzado una vez, puedo hacerlo de nuevo y créeme, la próxima vez que te alcance perderás algo más que un brazo.
     
    -Sin duda alguna has enloquecido, jactancioso y bravucón.- desafiándolo con su mirada Antares levantó su brazo izquierdo, Diamar siguió sus movimientos con su turbia mirada- ¿Quieres que me ahorre mis “baladronadas”?,- sus ojos destellaron rojizos a la vez que sus labios se alargaban en una escalofriante sonrisa- en ese caso Diamar, sólo me resta darte el golpe de gracia- mientras hablaba, la uña del dedo índice de su mano izquierda creció cárdena, peligrosa  y palpitante.- Este Diamar, no sólo es el veneno más potente y letal que puedo inocular, sino también aquel que provoca los mayores sufrimientos a mis enemigos.- violentamente, el aura dorada de Antares estalló inflamada en sangre. Basilisco retrocedió instintivamente tragando saliva.- ¿Acaso creíste que por inutilizar mi brazo derecho destruiste mi técnica?- Antares negó con su cabeza- Pues estabas muy equivocado… Diamar, ahora mismo te haré conocer otra dimensión del dolor.
     
     
    Lo había intentado de todas las formas aunque sin éxito. Sorprendido, Vermis retrocedió algunos pasos… aquel coloso era un hombre fuera de lo normal. Durante unos instantes Vermis creyó dominar la situación. Ahora entendía, aquello sólo había sido una estratagema del caballero.
     
     Violentamente lanzó su ligadura del gusano sobre Erik atrapándolo, deleitándose nada más contemplar la mueca de asombro que asomó al rostro del caballero. Despiadadamente, comenzó su particular tortura… apretó y apretó su letal ligadura en torno al gigantesco torso del caballero, más este resistió impasible contrarrestando la increíble presión de sus tentáculos con la prodigiosa fuerza que sus músculos eran capaces de ejercer.
     
    Hasta que, sonriéndole, aquel gigante hizo estallar violentamente su energía cósmica pulverizando sus poderosos apéndices… cambiando al instante  las tornas del juego.
     
    Entonces Vermis se hundió en la tierra. 
     
    Rodeado de su oscura energía, profundizó abriéndose paso a través de los distintos sustratos buscando el modo de sorprender al caballero cuando,  lo sintió… e instintivamente, Vermis tragó saliva.
     
    Encolerizado, él, su señor Radamanthys, arribaba al lugar…así que debía darse prisa, debía acabar con aquel estorbo antes de que su señor llegara y descubriera que aún no se habían hecho con el chico. 
     
    -¡Maldito gusano!- gritó Erik a la vez que dejaba fluir su energía agudizando sus sentidos.
     
    “Ahora… ya eres mío.” 
     
    A escasos pasos de donde el caballero se hallaba de pie, sus tentáculos salieron proyectados a la superficie… sin embargo, Erik los apresó con su mano.
     
     Tirando violentamente de ellos, el caballero no sólo lo hizo salir a la superficie sino que además lo lanzó contra el tronco de un robusto árbol que se quebró al recibir el terrible impacto de su cuerpo, destrozándole y magullándole la espalda.
     
    -Maldito montón de basura,- aullando de dolor, Vermis consiguió hacerse a un lado a la vez que el puño de Erik se hundía reduciendo a astillas el tronco del árbol quebrado.- voy a hacerte pagar muy caro cada una de las vidas que hoy has segado- con un rápido movimiento de su mano izquierda, Erik contuvo el ataque de uno de los tentáculos de Vermis.
     
    -Voy a disfrutar mucho destrozándote…- masculló el espectro entre dientes- hasta el momento has tenido mucha suerte… 
     
    -Si piensas que me voy a dejar sorprender de nuevo por un gusano como tú estás muy equivocado- cerrando su puño derecho, Erik concentró rápidamente parte de su energía en torno a su puño- ¡POR LAS GARRAS DEL LEÓN!- gritó, abriendo violentamente su mano, lanzando un poderoso zarpazo en dirección a Vermis, cercenando los tentáculos del espectro que atónito contempló cómo el caballero destruía una vez más su técnica a la vez que cinco profundos tajos desgarraban su armadura…- Voy a acabar contigo, maldito gusano… ¡POR LAS GARRAS DEL LEÓN!- gritó Erik,  cuando, de repente…
     
    -¡ATAQUE DEL CICLOPE!
     
    Sorprendido, rápidamente Erik se hizo a un lado. Rodando por los suelos consiguió evitar que una inmensa bola de energía lo arrollara mientras los árboles saltaban por los aires pulverizados y un profundo surco hería la tierra delatando el curso por el que había discurrido el letal ataque.
     
    -¿Tu? ¿Cómo es posible?- inquirió Erik confuso y perplejo a la vez que Vermis, aliviado por la aparición de su compañero, estallaba de nuevo en una histérica carcajada.
     
    -Pobre leoncito. Esto sí que no te lo esperabas…
     
    -¿Qué demonios significa esto?- inquirió el caballero.- estabas muerto.
     
    -Nosotros, siervos y leales súbditos del señor Hades no tememos a la muerte pues aquel que sirve al poderoso señor del inframundo vive eternamente. Así que, prepárate santo de Atenea pues, hagas lo que hagas, jamás podrás acabar con ninguno de nosotros.- fijando sus negras pupilas sobre la figura del caballero, Giganto dejó fluir su oscura y rojiza energía a la par que alzaba sus brazos sobre su cabeza- No importa cuántas veces consigas derrotarnos… al final tú serás el único vencido. ¡ATAQUE DEL CICLOPLE!
    -¡LIGADURA DEL GUSANO!
     
    Sorprendido aún, Erik retrocedió a la vez que ambos espectros se lanzaban sobre él…
     
     
     
    Una fuerte y lacerante punzada atravesó su torso. Durante unos instantes, todo su ser se estremeció al borde del colapso.
    Agonizando, completamente destrozado, Diamar parpadeó intentando enfocar la borrosa imagen del caballero cuya cálido aliento sentía sobre él. Dolorosamente, Diamar consiguió levantar la cabeza.
     
    Frente a sus vidriosos y casi ausentes ojos se fueron dibujando los contornos y posteriormente los rasgos del rostro de Antares. Tragó saliva y su mirada se diluyó en los fieros y sanguinarios ojos del caballero cuyo dedo índice se hallaba hundido bajo su esternón.
     
    -Primero- la cabeza de Diamar cayó pesadamente sobre el hombro de Antares cuya voz, al instante, reverberó en su interior.- mi veneno actuará rápidamente haciéndose con el control total y absoluto de tu cuerpo, despertando tus centros nerviosos, adormecidos por el efecto de mis anteriores ataques,  agudizando tus sentidos al extremo de que incluso la ligera y suave caricia de la gentil brisa sobre tu piel semejará el violento estallido de un látigo restallando sobre tu carne.
     
    -Mal…- y, así era, pues incluso el aliento de Antares lo hería y laceraba.
     
    -Shhh- susurró Antares a la vez que retiraba el dedo que había hundido en el torso del espectro y, haciéndose a un lado permitía que el cuerpo de Diamar cayera de bruces al suelo.- esa espantosa presión que sientes en tu cabeza es debido a que mi veneno ha conseguido restañar tus fluidos corporales, paralizando tu flujo sanguíneo, estancando y emponzoñando tú sangre… de todos mis venenos, este es el más letal, pues es el único cuyos efectos no puedo ni detener, ni controlar. Pese a todo, has sido un excelente rival,-instintivamente, Antares sujetó su brazo derecho… frío e insensible- sólo espero que descanses en paz- realizando un leve gesto con su cabeza, el caballero se despidió del espectro- Diamar de Basilisco. 
     
    Lentamente, Antares sacudió su cabeza. La energía de Erik estalló no muy lejos de allí y hasta sus oídos llegó el ruido provocado por el intenso fragor de la batalla… iba a lanzarse en dirección a dónde este provenía cuando algo llamó la atención del caballero… ¿dónde estaba el cuerpo del otro espectro?
     
     
     Mientras que… no muy lejos de allí…
     
    -Padre… padre…-susurró Marzûq, a quien ya no le quedaban fuerzas, si quiera para gritar.
     
    Aturdido y confundido, Marzûq comenzó a levantarse. Haciendo un gran esfuerzo consiguió ponerse en pie, sin embargo, nada más enderezar su columna, un fuerte calambre sacudió su espalda y el chico cayó de bruces al suelo. 
     
    Asustado, paralizado por los fuertes e intensos calambres, Marzûq desistió de realizar un nuevo intento aguantando el intenso dolor que le recorría todo el cuerpo, apretando sus dientes a la vez que sus ojos se anegaban de lágrimas.
     
     
    UNA LUCHA DESIGUAL
     
     
      A la velocidad de la luz, Erik arrolló con la increíble potencia de su energía cósmica los cuerpos de ambos espectros que salieron despedidos por los aires completamente destrozados.
     
    Jadeando, el caballero aguardó unos instantes junto a los cadáveres de ambos espectros, recuperándose, a la vez que se preguntaba así mismo ¿dónde se hallaría el chico? 
     
    Cuando penetró en el interior de la casa y siguió el macabro reguero de sangre y destrucción que aquel maldito gusano había sembrado en la casa, no halló rastro alguno del pequeño.
     
    Tampoco había sentido presencia alguna más que las de los tres espectros contra los que Antares y él habían combatido. ¿Pudiera ser que el chico hubiera escapado al ser testigo de la masacre de su familia? Cabía esa posibilidad sin embargo Erik negó con su cabeza.
     
     Entonces, ¿dónde estaba? Meditabundo el caballero comenzó a dar media vuelta cuando, de nuevo,  los tentáculos de Vermis se enredaron en sus piernas y Giganto comenzaba a levantarse…
     
    -¿Es que aún no habéis tenido suficiente?-preguntó el caballero enojado- ¿Cuántas veces más queréis experimentar la muerte?-liberando su energía Erik rompió la ligadura con la que Vermis lo aferraba.
     
    -Ya te le hemos advertido- varios fragmentos de su resquebrajada armadura se precipitaron al suelo a la vez que con el reverso de su mano Giganto limpiaba los restos de sangre que, desde su frente, goteaban sobre sus ojos enturbiándole y tintando de rojo su visión. Sonriendo, el descomunal espectro movió su cabeza haciendo crujir sus vertebras- no existe forma humana de que puedas acabar con nosotros. Hagas lo que hagas, nosotros nos levantaremos todas las veces que hagan falta hasta acabar contigo. ¡GRAN PUÑETAZO!
     
    Rodeado por los destellos dorados de su energía cósmica, Erik se hizo a un lado esquivando el ataque de Giganto. Hastiado y enojado, de nuevo concentró en torno a sus puños las poderosas descargas de su rugido del león, iba a lanzarlas sobre ellos cuando unos violentos rayos rojizos atravesaron los cuerpos de ambos espectros que, paralizados, sorprendidos y transidos de dolor, cayeron de bruces al suelo.
     
    -¡Aparta Antares…!- chilló Erik en dirección al caballero del escorpión, lanzándose de inmediato sobre la violácea sombra que se abatía sobre su compañero.
     
     Sorprendido, Antares giró sobre sí mismo a la vez que el puño de Erik golpeaba en el aire la figura de Basilisco y ambos se precipitaban al suelo enzarzados a puñetazos entre los violentos destellos de sus respectivas energías.
     
    -¿Qué demonios significa esto?- inquirió Antares esquivando a su vez los puños de Giganto y los tentáculos de Vermis aprovechando su superior rapidez para asestarles varios de sus aguijonazos.- Debería estar muerto, ¿cómo es que se ha levantado?
     
    -¡Maldita sea!- conteniendo el puño de Diamar, Erik consiguió asestarle un puñetazo al espectro lanzándolo posteriormente por los aires al hacer estallar su energía cósmica.- Al parecer Antares no podemos acabar con ellos pues el poder del señor del inframundo los protege, devolviéndoles una y otra vez a la vida.
     
    -Ahora entiendo sus bravuconadas…- los ojos de Antares destellaron inyectados en sangre- en ese caso, no tiene sentido andarse por las ramas- a la velocidad de la luz, Antares hundió su dedo en el torso de Vermis y posteriormente en el de Giganto. Su uña palpitaba cárdena y enfermiza- no voy a perder el tiempo aguijoneándolos, les inocularé directamente el más letal de mis venenos.
     
    -Déjamelos Antares- el puño de Diamar pasó rozando su mejilla derecha abriendo un profundo tajo en ella. Un violento destello animal surcó la mirada de Erik… al menos este espectro sabía lo que se hacía…- debes encontrar cuanto antes al chico.
     
    -Pero…
     
    -Esto es absurdo Antares, no podemos permanecer aquí eternamente luchando- cinco poderosos haces dorados surcaron el aire ahondando en el suelo, impactando contra las piernas y torso de Basilisco, lacerando su carne. Diamar cayó de espaldas al suelo aunque inmediatamente se levantó rodeado de toda la potencia de su densa y oscura energía violácea- encuentra al chico Antares, juro por mi honor de caballero que no permitiré que ninguno de ellos salga a tu encuentro… ¡busca al chico!
     
    -Está bien, marcharé en busca del chico- musitó casi para sí Antares dejando escapar el aire de sus pulmones, arremetiendo posteriormente sobre los cuerpos de Giganto y Vermis que ya comenzaban a levantarse, hundiendo el temible aguijón del escorpión en sus carnes… incapacitándoles al menos por unos instantes- se prudente Erik, no permitas que Diamar te alcance con su aliento del basilisco…- comentó internándose en el bosque, lanzándose a la búsqueda del chico. 
     
    -¡Levantaaaooos imbéciles!- aulló Basilisco a la vez que retrocedía varios pasos intentando contener el furioso ataque del caballero del león aunque sin éxito.
     
    Rodeado por las fulgurantes descargas doradas del cosmos del caballero, Diamar salió despedido contra los gruesos y robustos troncos de los árboles, cayendo “al parecer” muerto, sobre estos.
     
    Jadeando, acusando ya la fatiga de tantos y tan intensos combates,  Erik avanzó bloqueando el camino por el que Antares había marchado… Vermis y Giganto ya se hallaban de pie recuperados, sus ojos se posaron en ambos… 
     
    “Encuéntralo Antares, encuéntralo y acaba con esta locura…”, pensó a la vez que de nuevo hacía estallar su energía cósmica y se lanzaba sobre los espectros.
     
    …y no tuvo que andar mucho…
     
    No muy lejos de donde Erik continuaba con su combate, Antares descubrió los cuerpos de un hombre y una mujer.
     
    Entristecido, el caballero sacudió su cabeza. Muchos inocentes habían perdido su vida en el trágico transcurso de apenas unas cuantas horas durante esa fatídica mañana… y, al parecer, aún quedaban vidas por segar.
     
    Cabizbajo, Antares avanzó hasta que se encontró a la altura del cuerpo de Rafid. 
     
    ”El cometido de un santo de Atenea es el de proteger a su diosa y a los inocentes.” Se dijo así mismo en un vano intento de apartar de su cabeza el hecho de que se hallaba allí con la misión de encontrar y dar muerte a un niño... por qué, aunque en un futuro aquel crío estuviera destinado a convertirse en el señor del inframundo a día de hoy, no dejaba de ser un niño inocente, cuando…
     
    …hasta sus oídos llegó el ahogado y plañidero lamento de aquel hombre que yacía a sus pies mortalmente herido. Antares desvió entonces su mirada y sus ojos se encontraron.
     
    Bajo la indecisa luz que se filtraba a través del tupido manto que conformaban las altas copas de los árboles, Antares se arrodilló junto al destrozado cuerpo de aquel desconocido que sufría atrozmente.
     
     
    Al cabo de unos interminables minutos en los que creyó que moriría, una amarga sonrisa iluminó su rostro.
     
    Poco a poco, el dolor se fue mitigando a la vez que, nuevos calambres, recorrían sus miembros y aquella sensación de pesadez los abandonaba. Gimiendo, Marzûq decidió realizar un nuevo intento.
     
    Lentamente, aferrándose a los robustos tallos de los arbustos a los que había ido a parar cuando salió despedido rodando por los suelos de los brazos de su padre, Marzûq fue avanzando, arrastrándose penosamente hasta que, finalmente consiguió asomar su cabeza por entre la vegetación y, sorprendido,  descubrió a un hombre misterioso que vestía una armadura dorada arrodillado junto al cuerpo de su  padre.
     
    -Shhhh- susurró Antares intentando calmar a aquel hombre que sufría y para el que ya no quedaba esperanza alguna. 
     
    -Mar… Mar…- dejando escarpar un largo y profundo quejido, los desencajados ojos de Rafid se hundieron en los serenos ojos del caballero.
     
    Mirando a los ojos del moribundo, Antares deseó poder hacer algo más por él. Pese a haber crecido contemplando el rostro de la muerte casi a diario, la misericordia de aquel acto que dispensaba para evitar la agonía en los últimos instantes a los desdichados, aún le sabía amarga y no encontraba consuelo pensando que los ayudaba.
     
    -Tranquilícese…- aunque hacía un rato que había comenzado a sentir un ligero hormigueo en su brazo derecho, Antares aún no había recuperado del todo su sensibilidad por lo que…
     
     
    “¿Quién es? ¿Qué hace?” se preguntó Marzûq…
     
    Las lágrimas resbalan por sus mejillas, su barbilla temblaba… ¿quién era ese hombre que se hallaba junto a su padre? ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué apuntaba al pecho de su padre con esa…? Esa amenazante uña… esa uña larga  y rojiza.
     
     
    -Sé que está sufriendo… ¡no, no intente moverse!- Antares negó con su cabeza, sopesando una vez más la situación.
     
    Tenía la columna rota… había sobrevivido al brutal golpe, pero… Antares dejó escapar el aire de sus pulmones. Moriría, moriría irremediablemente de un momento a otro, ¿liberarlo de su agonía o dejarlo así aguardando la muerte? Pensándolo fríamente, todo se reducía a una simple cuestión de tiempo…
     
    “Misericordia”, pensó y la palabra pesó sobre su corazón,  “no puedo permitir que siga sufriendo.” 
     
    -Tranquilo, no sufrirá mucho más- musitó ahogando su mirada en el interior de aquellos vidriosos ojos desfigurados por el dolor mientras el agónico sonido de la respiración de Rafid se alzaba angustioso sobre la aquietada y moribunda  atmósfera que los rodeaba.- Lo siento. No puedo salvarle la vida… lo único que puedo hacer por usted es aliviar sus sufrimientos.
     
     
    Desbocado. Su corazón latía desbocado…
     
     Un desagradable, así como desconocido sabor metálico ascendió desde la boca de su estómago a sus labios, colmando al instante su ser en su rápido ascenso de toda una serie de sentimientos y emociones encontradas.
     
    Miedo… lo primero que sintió fue miedo…
     
    Miedo atroz al contemplar aquella inquietante uña rojiza que pendía peligrosamente sobre el cuerpo de su padre y que amenazaba con hundirse en su torso, en atravesar su pecho de un momento a otro.
     
    Temblando de pies a cabeza, Marzûq contempló aterrorizado el brazo del caballero, cuando…
     
     
    …realizando un rápido movimiento, Antares hundió su dedo índice en el torso de Rafid. Aunque desencajados a causa de los terribles sufrimientos, sus ojos parpadearon sorprendidos e inmediatamente, su rostro se relajó.  
     
    -Ya pasó, señor… ahora, dejará de sufrir.
     
    Antares suspiró apenado retirando su uña del pecho de aquel desconocido. Es por ello que el mismo Patriarca les había enviado a ellos en aquella misión; por qué, a pesar de ser terriblemente dura, sabía que los corazones tanto de Erik como el suyo, eran capaces de soportar la culpa por evitar el sufrimiento a los inocentes… no habría podido salvarlo, aunque sí pudo aliviar su dolor otorgándole un final más digno e indoloro. 
     
     
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